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Consejos para escritores + Cómo escribir un libro

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Cómo ser escritor
Cómo ser escritor. Descubre cómo lograrlo con estos 7 consejos.

La gran movida de escribir. Mira, escribir hoy en día es pan comido, algo que te enseñan desde que eres un renacuajo. Pero antes, esto era cosa de gente con posibles, no para cualquiera. Hay quien se cree que plantarse delante del ordenador y parir un Best Seller es moco de pavo. Pero vamos, tú y yo sabemos que eso es pan comido, ¿a que sí?

A lo mejor ya has garabateado algo, tienes por ahí una historia que puede que sea la bomba. O puede que la idea de escribir un novelón todavía te de yuyu y hayas empezado probando suerte con algún relato más chiquitín. Da igual lo que hayas hecho hasta ahora, porque te sigue rondando la misma duda: ¿Cómo narices se hace eso de ser escritor?

Y es que ser escritor no es solo vomitar palabras y ya. No, colega, es mucho más. Es echarle horas, es querer mejorar cada día y es, sobre todo, tener unas ganas locas de contar historias que, oye, igual un día alguien más que tu madre se anima a leer.

Ser escritor es un arte que combina el toque mágico de la creatividad con la destreza de un cirujano, requiere de un tute de dedicación y de darle al coco sin parar, porque si picar piedra es duro, darle a las teclas puede dejarte frito.

Al escribir, te metes en un berenjenal de emociones y lo que buscas es que tu historia sacuda al lector por dentro tanto como a ti. Claro, tu rollo es entretener, que se lo pasen pipa leyendo tus movidas. Pero, ya sabes, entretener hoy en día es un curro de narices con todo a un clic de distancia: la tele, el móvil, ese cacharro que no suelta la peña ni para ir al baño. Tú les pides a tus lectores que se acoplen en su rincón favorito, que se enchufen buena luz, que se aguanten el libraco y que se sumerjan en tu mundo. Que se despeguen de las mil pantallas que les bombardean con chorradas es, sin duda, una proeza.

Pero tú, con todo y con eso, quieres ser escritor.

Así que, aquí van unos consejos que te van a venir de perlas si estás decidido a seguir este camino.

 Vamos allá:

  1. Devorar libros como si no hubiera un mañana.

A ver, puede que haya escritores que no se empapan de otros autores, y eso, a mí modo de ver, es como querer ser chef sin probar bocado de lo que hacen los demás. Leer es como el gimnasio para el cerebro, es lo que te pone las neuronas cachas y te abre las puertas a universos que ni te imaginas. Si quieres escribir de la leche, tienes que empaparte de literatura hasta el tuétano.

Entonces, ¿qué tienes que leer? Tómatelo todo, desde la etiqueta del champú hasta el librillo ese que te dejan en el banco. Porque, créeme, nunca sabes dónde va a saltar la chispa de la próxima movida que escribas.

No te pongas tikismikis con los géneros; igual ese libro que no te mola te enseña más que cien que te chiflan. Fíjate en cómo el autor ha montado el tinglado, en qué punto la historia te pierde o cómo hubieras manejado tú a los personajes. Y no te quedes solo en las novelas, que hay vida más allá. Los ensayos, las obras de teatro, los guiones de cine, las biografías… todo eso es carnaza para tu imaginación. Cuanto más empapes tu coco de todo tipo de letras, más tocho será lo que tú escribas y más se lo gozarán tus lectores.

  • Darle a las teclas como si no hubiera un final.

Vale, capitán obvio al rescate: si quieres ser escritor, lo mínimo es escribir. ¿Y cuánto? Pues todos los benditos días, aunque sea el tiempo que tardas en cantar un estribillo pegajoso. Tiene que ser una costumbre, como el café de por la mañana.

Piénsalo, si las lecturas son tus mancuernas, escribir es tu maratón diario. Y ojo, no hace falta que te curres una novela cada vez que te sientas. Puedes soltar lo primero que te pase por la cabeza. Así, sin más. No es tontería, es como hacer flexiones para tu cerebro. Estás programándolo para que, cuando te pongas serio con tus historias, esté listo para correr la maratón.

Y si te atascas, búscate ejercicios de escritura. Hay un montón en YouTube, como el cuaderno de bocetos para escritores que estoy montando en el canal de Infinitos monos (aunque tristemente lo tengo abandonado por falta de tiempo). Te tiro un tema o una idea y tú le das al tarro. Es un método maravilloso para pillar soltura escribiendo, para que te hagas un as construyendo tramas y personajes, y para que pruebes rollos de escribir que ni te imaginabas que te molarían.

Al final, para ser escritor tienes que echarle horas y ganas para pulir esas técnicas que te hacen falta. Y recuerda, la práctica hace al maestro, así que a darle sin parar.

  • Conocer la técnica.

Como cualquier disciplina artística, escribir también requiere de unos conocimientos básicos que convierten el arte en mejorable. Dedica tiempo a aprender y a leer libros sobre escritura.

Gracias a la parte técnica, puedes convertir la historia más común, en algo novedoso e interesante. Asistir a talleres de escritura puede ser de gran ayuda para poner en práctica esta parte técnica.

Crear historias es complicado, porque requiere de mucho trabajo y, si no sabes lo que haces, puedes estropear y llevar al fracaso una buena historia. A mí me gusta pensar que una buena trama es como el mecanismo de un reloj, cada pieza es necesaria para mover las que la rodean y si todas sirven al propósito de tu historia, tendrás en tus manos una gran obra.

Puedes hacerte con una de las guías que encontrarás en la tienda de Infinitos monos y comenzar a entender cómo es escribir un libro.

  • Darle caña a tu rollo personal.

Vale, este es un punto chungo, porque lo de pillar tu propio estilo es como buscar una aguja en un pajar. Lo más fácil es empezar por lo que te mola, lo que sueles leer. Es lo que más se parece a lo que eres, al tío o tía con pluma que llevas dentro. Ese escritor que está ahí, agazapado, tiene que encontrar la forma de salir y darse a conocer. Y, claro, puede que te desesperes porque no ves si ya lo has conseguido hasta que un día, zas, lo ves ahí, en tus propias palabras.

Hay quien lo tiene más claro que el agua desde el principio, pero la mayoría vamos a tientas.

Si estás más perdido que un pingüino en un garaje y te cagas en los pantalones pensando que no vas a ser el escritor que sueñas, pues dale al tema de imitar a alguien que te flipa. Pero ojo, imitar, que no es lo mismo que copiar. Copiar es de pringados y hasta te pueden meter en un lío legal. Tú no, colega. Pero sí que puedes sacar chispas de tu admiración por ese autor, escribir de cosas que os flipen a los dos. Eso te va a ayudar a soltarte y, con el tiempo, a que encuentres tu propia voz sin copiar a nadie.

  • Dale una vuelta de tuerca a lo que has escrito.

Escucha, cada palabra que plasmas es tu carta de presentación al mundo. O sea, que tienes que mimar cada texto como si fuera tu bebé. La ortografía, cómo encajas las frases, la pulcritud… son la mar de importantes cuando enseñas o publicas lo que has escrito. Una manera de pillarle el tranquillo a esto es leyendo a saco, aunque te aviso, que últimamente me encuentro con cada patada al diccionario en las novelas que es para echarse a temblar. Me parece de traca que un escritor pase de esta parte tan crucial del curro de escribir. Así que ya sabes, repasa tus textos y no dejes que los gazapos te jueguen una mala pasada.

Otro rollo que no puedes pasar por alto, sobre todo si te metes en concursos o si le tiras tus folios a una editorial, es el tema de las instrucciones. Si te piden cincuenta páginas, ni se te ocurra enviar cincuenta y una, ni cuarenta y nueve y media. Cincuenta clavadas. Y si te especifican el tipo de letra, el tamaño, los márgenes, pues eso es lo que hay. Pasar de eso es la mejor manera de que ni se molesten en ojear lo que has currado.

  • Haz piña con otros que escriben.

Verás, cualquier movida es más guay si tienes colegas que flipan con lo mismo que tú. Con las redes sociales, puedes conocer a escritores de cualquier rincón del planeta. Vale que escribir es un curro de lobo solitario, pero todo lo que rodea a la escritura es para compartir. Nunca se sabe cuándo un par de palabras con otro que entiende de letras te va a sacar de un atasco mental o te va a encender la bombillita que necesitas para salir del túnel.

Lo que no mola nada es caer en la trampa de compararte o de tirar por tierra lo que hacen los demás. Toda crítica tiene que ser para sumar, nunca para restar. Y si te quieres dedicar a esto, tienes que estar dispuesto a tragar y digerir las críticas. Claro que te vas a encontrar con algún zascas que parece que van a saco a hundirte, pero ahí está el turrón: tienes que ser capaz de masticar esos comentarios, ver qué puedes sacar de bueno y usarlo para ponerte más fuerte en esto de escribir. Y así, cada vez que metas la pata, aprenderás algo nuevo y evitarás tropezar con la misma piedra.

  • No tires la toalla.

Ni se te ocurra claudicar, colega. A lo mejor no te ves escribiendo bestsellers y viviendo del cuento, pero eso no es excusa para dejar de teclear. Hay un montón de gente que dibuja solo porque les sale de dentro, ¿por qué no ibas a escribir tú simplemente porque te llena?

Si le echas horas y un par de narices, quién te dice que no acabes siendo un escritor de los que salen en las solapas de los libros. Y no te cierres puertas: que no todo escritor vive de las novelas o los relatos. Escribir es un mundo. Puedes hacer artículos, crónicas, reseñas… o incluso escribir por y para otros. Si te mola darle al teclado pero pasar de los focos, igual lo tuyo es ser escritor fantasma (lo que antes se llama “negro”).

Pero si lo que quieres es que tu nombre esté en la portada, prepárate para que te la peguen con la puerta en las narices más veces de las que llevas calcetines. Tienes que tener claro que no solo estás soltando una historia al mundo, sino que estás dejando un trozo de ti en cada página. Y no a todo el mundo le tiene que molar tu rollo. Que te publiquen depende de mil movidas, así que no te preocupes con los pasas, sigue dándole al timbre. Al final, alguna puerta se abrirá, ya verás.

Y algo vital en esto de ser escritor es que te mires al espejo y reconozcas tus cagadas, tus puntos flacos, y que te aprendas el mantra de que lo que no te hunde te hace más duro. Agarra las críticas, dale al tarro y piensa en cómo petarlo más en la próxima. Es como el que salta con pértiga: no pasa la barra a la primera. Su entrenador le dice dónde la ha pifiado y lo vuelve a intentar. Con cada salto, tiene a alguien que le sopla qué hacer para no volver a cagarla.

Ahora ya tienes una idea más clara de cómo ser escritor. No es un camino de rosas, que va, a pesar de lo que mucha peña pueda pensar. Escribir puede ser tu vía de escape, tu pasión, tu forma de desahogarte… hay mil razones para darle a las teclas. Sea lo que sea que busques, si quieres ser un profesional de las palabras, un autor reconocido o un maestro de los artículos, necesitas una buena base para construir tu castillo.

¿Qué, cómo lo ves? ¿Ya tienes más claro eso de cómo ser escritor?

Si te han surgido mil y una dudas o si quieres comentar cualquier movida, suelta lo que llevas dentro en los comentarios y le damos caña juntos. Aquí estoy para echarte una mano en lo que pueda.

Si todavía no te has ido y sigues ahí dándole vueltas a cómo ser escritor y empapándote de todo lo que te he soltado. Si te mola lo que estás leyendo y te sirve para ponerte las pilas con tus letras, ¿por qué no te suscribes?

Así no te pierdes ni un capítulo de esta aventura literaria. Y oye, si te apetece echar una mano y apoyar este rinconcito donde compartimos la pasión por la escritura, te invito a colaborar con lo que puedas. No hace falta que te dejes el sueldo, con un eurillo a la semana o al mes, nos echas un cable para seguir adelante con el blog. Piénsalo, si mi contenido te da ese empujoncito que necesitas, es una forma de decir «gracias» y de ser parte de esta comunidad. ¡Venga, anímate y contribuye a que sigamos creciendo juntos!

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Cómo escribir diálogos creíbles
Aprende cómo escribir diálogos creíbles con estos 5 consejos.

5 consejos sobre Cómo escribir diálogos creíbles en literatura.

Escribir no es algo sencillo, escribir bien, claro. Puede que se te de bien narrar, que tengas gracia y soltura para ello, pero, llega el momento de escribir diálogos… te pones nervioso, empiezas a sudar, te lees lo que has escrito, te dan ganas de tirarlo a la basura… y te bloqueas.

Escribir diálogos no es nada fácil.

Para que dejes de pensar eso, voy a darte cinco consejos con los que aprenderás cómo escribir diálogos creíbles en literatura.

1

Mantén la verosimilitud: los diálogos deben sonar naturales y auténticos. Siempre que escribas un diálogo, prueba a dárselo a unos amigos o alguien en quien confíes y leed a modo de pequeña representación lo que has escrito. En ese momento, todos los problemas que pueda tener ese diálogo saldrán a la luz y podrás realizar las correcciones oportunas.

Cuando escribas diálogos, ten en cuenta que, en la vida real, cuando dos personas charlan, no suelen utilizar palabras rebuscadas ni frases largas. Tampoco fuerces las palabras, si tu personaje tiene una taza entre sus manos y quiere más café, no tiene que decir: “Disculpa, ¿podrías rellenar mi taza de cerámica?”. ¿Quién usa ese lenguaje? Busca siempre algo natural. “¿Me echas un poco más?

Una clave para acertar con los diálogos es no introducir información que ya has dado en la narración. Aprovecha que el lector ya sabe que tus personajes están desayunando, que uno de ellos está llenándose su taza de café, para que el otro solo tenga que indicar lo básico: ¿Me echas un poco más?

Cuando escribas, no informes en cada frase de lo mismo una y otra vez. Las palabras de más solo sirven para estropear tu diálogo.

2

Utiliza un lenguaje adecuado para cada personaje. Si quien habla es de clase alta, debe notarse en su forma de hablar. Al igual que si lo hace alguien sin estudios, o joven, un niño, alguien que no pertenece a la misma cultura… Sin olvidar la personalidad, dependiendo de cómo sea la persona, hablará de una forma u otra.

Presta atención a los diálogos que escuchas a tu alrededor. No debes copiarlos al pie de la letra, pero puedes aprovechar para tomar notas y trasladarlas a tus escritos.

El buen escritor es capaz de meterse en la piel de los personajes y hablar de forma distinta a como lo hace naturalmente.

3

Haz que los diálogos avancen la trama.

Muchas veces no pensamos por qué necesitamos introducir un diálogo en un texto y es algo que deberíamos medir al milímetro. El diálogo debe tener sentido, hacer avanzar la trama, dejar ver cómo son los personajes de verdad.

Podemos jugar con eso a la hora de narrar. Si nuestro narrador es un narrador mentiroso, podemos aprovechar los diálogos para que el lector se pregunte si lo que sabe hasta el momento es cierto, porque un personaje puede comportarse en los diálogos de una forma diferente a como lo ha presentado el narrador.

Si tu diálogo no cumple con estos dos conceptos, avanzar la trama o dar información de los personajes, empieza a preguntarte si son necesarios. Como escritor, tienes que ser capaz de borrar lo que ya has escrito siempre que sea necesario.

4

Varía el ritmo y la longitud de los diálogos.

No utilices la misma fórmula una y otra vez en tu novela. Aprovecha para cambiar el ritmo de tu narración con diálogos cortos, incluso de una sola frase. Eso hace que el lector no se aburra ni decida irse a ver qué ponen en la tele.

Siempre que puedas reducir un diálogo, hazlo, porque eso significa que no es necesario todo lo que se dice en él y no hace avanzar la historia.

Las acotaciones no deben ser demasiado largas, incluso, a veces, ni siquiera las tenemos que añadir en la misma frase del diálogo. Si buscas agilidad, facilidad a la hora de la lectura, lo mejor es que te limites a acotaciones cortas y bien diferenciadas del resto del diálogo.

Yo divido los diálogos por colores, por personaje y narrador, de esa forma, al corregir lo que has escrito, lo ves con mayor claridad y en muchas ocasiones descubres qué falla.

5

Usa los silencios y las pausas.

A veces nos olvidamos de que los silencios también hablan. Juega con ellos de forma que refuercen lo que se dice en los diálogos.

También debes aprender a hacer un buen uso de las acotaciones y saber cuándo debes introducirlas en medio de una frase o fuera del diálogo. Puedes leer un poco más de las acotaciones en un artículo que escribí sobre el tema, pinchando en el enlace.

Si sigues estos cinco consejos, tus diálogos ganarán verosimilitud y tus lectores amarán leerlos. Puedes practicar llevando al papel diálogos que veas en el cine, escuches en la tele… Aprovechando para aprender a escribir las acotaciones correctamente.

Sigue a Infinitos monos en YouTube, apúntate a mi proyecto de escribir un cuaderno de bocetos para escritores. En él escribirás de todo, diálogos incluidos.

Como siempre, deja tu comentario aquí abajo. Si tienes dudas, puedes preguntar y trataré de resolverlas.

Poe by @webjesusss

Para Poe, escribir no es una chispa que surge en la oscuridad, que te muestra fragmentos de lo que tienes que escribir. Escribir es un proceso de engranajes bien engrasados. Cada palabra es minuciosamente elegida y cumple una función. No se deja nada al azar. Y si Poe algo sabía de escribir, lo demuestra en sus relatos y cuentos. No han llegado hasta nuestros días por nada. Si tienes oportunidad, lee a Poe, aprenderás mucho.

Pero, vamos a ver cómo convertirnos en cuentistas a la altura del maestro.

Para lograr una escritura eficaz, necesitamos tener claros una serie de elementos:

1 Una vez comienzas el proceso de escritura, ya tienes que tener pensado el final de tu historia.

Crea una buena trama, completa, y sólo pasas a escribirla cuando ya conoces cada paso. Asegurándote, eso sí, de que cada palabra que escribes sirve a ese propósito.

2 La brevedad es importante.

Si el lector no puede leer la historia de una vez, del tirón, se pierde el efecto, la atmósfera de esa historia. Es indispensable en los relatos, no en las novelas, donde puede resultar imposible. Un relato es algo único que tiene que saborearse de un solo bocado.

3 Decide el efecto que quieres lograr en los lectores.

Hay que saber qué efecto queremos, qué sensación nos gustaría aflorar en el lector. ¿Miedo, pena, rabia, añoranza, esperanza…?

La manipulación del lector es el poder que el escritor tiene como autor. A través de palabras, el ritmo, el tono, la atmósfera, lo que dices, lo que insinúas, lo que callas…

Decidir lo que queremos que sienta el lector, nos proporciona un campo acotado que explorar y mostrar como mejor sirva a nuestro propósito.

4 Escoge el tono de la obra.

Tienes que ser consciente, todo el tiempo, del tono que deseas para tu obra. Utiliza elementos que refuercen ese tono y mantenlos durante toda la obra.

La forma en la que narramos, los elementos que componen el escenario en el que se desarrolla la historia, todo eso nos ayudará a mantener el tono en la narración.

5 Determina la temática y la caracterización.

Encuentra a la única persona/narrador, que puede contar tu historia. Analiza bien el hecho y encontrarás al narrador perfecto.

A veces es muy útil centrarse en un único personaje, sobre todo en una historia corta.

6 Cuando tengas todos los elementos anteriores, es el momento de establecer el clímax.

Esto sólo puedes conseguirlo si conoces bien tu historia, y como escritor, tu misión es lograr una línea de acción ascendente de tensión que lleva a un único punto.

7 Determina el entorno.

Todo lo que aparezca en tu relato, debe estar finamente calculado. Tienes que colocar los elementos de tu historia como si tuvieras un tablero de ajedrez.

El entorno debe colaborar con el mensaje y efecto que quieres conseguir. En su poema, El cuervo, la atmósfera opresiva de un entorno pequeño y cerrado, son muy necesarias para lograr el efecto buscado en el lector.

En El péndulo, que el protagonista no tenga a dónde escapar, aporta un elemento muy necesario para crear la atmósfera.

Poe hacía uso de la melancolía, especialmente en El cuervo. Utiliza elementos, como la repetición de frases o palabras a lo largo del texto, con gran carga evocadora. En este caso, la palabra en el idioma original tiene un sonido muy particular: nevermore. Una palabra, dos en la traducción: nunca más, que dice mucho sin tener que explicar nada. Qué hay más melancólico que el dejar algo atrás para siempre.

La habitación en la que tiene lugar la historia, es un espacio cerrado y pequeño, agobiante en determinado momento, aunque lleno de elementos conocidos para el protagonista, que exacerban la melancolía de sus recuerdos.

El cuervo, en el pico del cual pone la palabra nevermore, es un elemento más, que colabora al efecto melancólico que buscaba. En un principio, esa palabra estaba en el pico de un loro, pero, como puedes imaginar, el cuervo hace que la oscuridad que sobrevuela la historia sea más profunda que de haber sido un loro.

Y como curiosidad, por si te lo preguntas, sí, los cuervos pueden decir nevermore. No es hablar, como lo hacemos los humanos, pero pueden imitar el sonido de la voz humana, y pueden imitar una palabra.

Para Poe, también es necesario trabajar la originalidad, no ya inventando cosas nuevas, sino haciendo uso de elementos familiares y fórmulas clásicas, adaptándolas a tu estilo y mensaje que quieres dar. Todo lo que hagas tiene que contribuir a la consecución de la obra.

Tu voz consiste en hacer tuyo lo que hagas, aunque se haya utilizado mil veces.

Para Poe, estos pasos están más orientados a la poesía, pero son extrapolables a los relatos y las novelas. Y su visión sobre la belleza y la muerte puede cambiarse por temas que se adapten a ti y a tú obra.

Puedes usar estos mismos principios para escribir cualquier historia, de cualquier género, solo tienes que cambiar los elementos de terror por los del género que quieres escribir.

¿Te ha gustado el artículo?

Puedes dejar aquí tus comentarios.

También quería daros las gracias por este tiempo que llevo escribiendo Infinitos monos. Me daba pánico lanzarme a escribir un blog y finalmente me lancé y me he encontrado con una comunidad de amantes de la escritura maravillosa. Estoy encantada de poder daros ese empujoncito para que os lancéis a escribir y acompañaros en ese proceso tan mágico de crear historias.

Últimamente el blog ha crecido mucho y me he topado con algo que no esperaba: las aplicaciones que utilizaba para el blog, dejan de ser gratuitas cuando tienes muchos suscriptores. No me hace gracia poner publicidad en el blog, pero empiezo a pensármelo.

Si os gusta mi trabajo, os estaría eternamente agradecida, si de vez en cuando donarais un euro para poder mantener todo lo que hace que el blog funcione. Ni siquiera os pido que lo hagáis todos los meses, aunque un euro al mes no es nada. No podré comprarme relojes de oro, ni quiero, la verdad, pero sí mantener el blog a punto. Nunca me ha gustado pedir nada, pero, en este momento, es la única forma que tengo de seguir con el blog como está.

Podéis hacerlo a través de Ko-Fi, que es algo parecido a Patreon, pero me parecía más curioso por el concepto de “invitarme” a un café por mi trabajo.

También podéis hacerlo por Patreon.

Las acotaciones. Eso que todos los escritores creemos conocer y dominar. Yo he pasado años utilizándolas mal. Digamos que las colocaba donde me parecían que debían ir y de la forma que sospechaba debían escribirse. Estaba equivocada. Las usaba casi bien. ¿Por qué? Porque leo mucho y eso me ha ayudado a utilizar herramientas y conceptos que no conocía bien. Si quieres ser escritor, no te vale con suponer que algo se usa así: tienes que saber cómo hacerlo.

Vamos a ver qué son las acotaciones en literatura y cómo sacar el máximo partido de ellas.

Las acotaciones se utilizan para añadir indicaciones y exponer la situación en una escena. En el momento en que introducimos un diálogo, la historia cobra más vida que nunca. En el teatro (por supuesto, si lees el teatro, las ves, pero, si ves la representación, no), son la única parte que no conoce el espectador, mientras que, en novela, el lector las lee y le sirven para conocer partes de la historia que no conocería de otra forma.

En español, las acotaciones se representan mediante guiones. Todo diálogo comienza con un guion. Ese guion va siempre, pegado a la primera palabra. Podríamos decir que los guiones nos marcan dónde empieza la acotación y dónde termina, si la misma corta la frase.

Si tu diálogo se corta, para añadir la acotación, no hay que puntuarlo, la puntuación va después de la acotación:

—Me tienes que dar la carta —Juliana estiró la mano hacia Luis—. No quiero perderla.

Algo a tener en cuenta, a la hora de escribir acotaciones, es, que no siempre es necesario explicar demasiado:

—Dame ya la carta —dijo Juliana.

—Aquí la tienes —le dijo Juan entregándole la carta.

En el momento en que Juan le dice: “Aquí la tienes”, ya sabemos que lo hace entregándosela. No es necesario explicar un acto que se sobreentiende por lo que se indica en el diálogo.

Ten muy en cuenta estos detalles, porque hacerlo bien, agiliza un diálogo. Hacerlo mal es crear un pesado diálogo que el lector está leyendo sin enterarse de nada.

Otro detalle a tener en cuenta para escribir los diálogos de la forma correcta, son los verbos dicendi. ¿Qué son los verbos dicendi? Los verbos que indican habla.

Esos verbos, cuando se encuentras detrás del guion que inicia la acotación, van siempre en minúscula. Mientras que, si lo que tenemos justo detrás de ese guion, es un verbo que no entra en esa categoría, debe ir con mayúsculas. Por ejemplo:

—Yo no quiero saberlo —Rompió la carta en mil pedazos—. Prefiero recordar solo lo bueno.

—Si no lo quieres saber —dijo él—, no seré yo quien te lo diga.

A la hora de añadir acotaciones, como escritores, las deberíamos escribir de forma escueta. Si puedes decir lo que quieres con tres palabras, no uses doce. Otro detalle, el guion debe ser guion largo, no vale otro. Yo tengo un truco para añadir los guiones, una vez termino el proceso de escritura, que voy a compartir contigo, porque es una lata tener que utilizar el famoso código de teclado: Alt0151, que encima, solo funciona con el teclado numérico. Yo, cada vez que tengo que empezar un diálogo, pulso dos veces la tecla guion. De esta forma no se consigue el guion largo, pero, cuando termino de escribir, solo tengo que ir a la herramienta reemplazar, que está en el mismo sitio que buscar, y copiar un guion largo, que puedes sacar de la herramienta símbolos que hay en Word.

¿Y qué pasa con esos guiones que aparecen automáticamente y no son el guion largo que tenemos que usar? Pues nada, hago lo mismo, copio uno de ellos, me voy a reemplazar y los cambio por el guion largo.

Así no tienes que tener copiado el guion y tener que introducirlo cada vez que empiezan los diálogos. Pero, si prefieres hacerlo así, también puedes copiar el guion largo y, cada vez que tengas que introducirlo, utilizar el comando: ctrl+v, cuando coges práctica, es automático y rápido.

Yo prefiero el método de los dos guiones seguidos, porque me resulta muy poco invasivo, no me descoloca, ni me obliga a prestar atención a nada más que a mi escrito. Llevo usándolo tanto tiempo que ni siquiera me doy cuenta de que lo hago.

También puedes crear tu propio comando, para que, mientras escribes, te aparezcan los guiones largos directamente. ¿Cómo se hace? Sencillo, vas a insertar símbolo y esta vez le das a autocorrección. Se abre una nueva ventana, donde puedes insertar tu comando, — en mi caso, y, cada vez que lo escribas, se cambiará a — solo. Ten cuidado al escribir tu comando, porque si forma parte de alguna palabra o expresión, corres el riesgo de que el programa lo cambie al guion largo.

Otra cuestión que debemos tener claro al escribir acotaciones, es su función como pausa en el texto. Cuando queremos introducir un pensamiento o frase que, interrumpe el texto, podemos hacer uso de las acotaciones. También sirven comillas o cursiva, puedes usar la que más te guste. Eso sí, si utilizas guiones, hazlo en todo tu escrito, no vale cambiar a cursiva en la siguiente frase.

También tienes que cuidar que la acotación que introduces sea necesaria, porque puede que no haga falta y puedas prescindir de ella. Todo lo que aparezca en tu escrito, debe ser imprescindible, porque todo lo que puede eliminarse, sobra.

Veamos cómo funcionan las acotaciones en un texto de ejemplo:


—Bueno, yo tengo que irme —dijo señalando la moto que estaba justo al lado del semáforo—. Debería darse prisa en llegar a casa, porque huele a lluvia.

Lo que faltaba. Todavía me quedaba un largo trecho y ya no había posibilidades de coger ningún autobús, no por ese camino. Podría llamar a un taxi, pero no me gustaba cogerlos sola, menudo desperdicio.

—Buff —dije.

—¿Quiere que la acerque a algún lado? —El motorista parecía un buen tipo, pero, siendo policía, sabía que no estaba el mundo para fiarse de desconocidos.

©Lola Alarcia. Fragmento de la novela en la que estoy trabajando ahora.


Si nuestra acotación es muy larga, es mejor dejarla en la siguiente frase. De esta forma, el texto tiene aire y el lector lo agradecerá. En mi texto, la narradora es también la protagonista.

Como ves, escribir es mucho más complicado de lo que los meros mortales piensan. No se trata solo de sentarse frente al teclado y expulsar todo lo que llevamos dentro. Sí es cierto, en ocasiones con eso basta, pero, eso es anecdótico, los escritores necesitan trabajar en sus textos con cuidado y mimo.

No te preocupes si te cuesta ordenar bien tus diálogos al principio. Lo mejor que puedes hacer, es escribir sin pensar demasiado en ello, pero, cuando termines, retoma tu texto y corrige con detenimiento todo lo que necesita un cambio. Lee tus diálogos en alto y verás qué fácil descubres si tus acotaciones son demasiado largas, imprescindibles o si sobran. Acostúmbrate a leer en alto, verás todo lo que no funciona.

Y eso es todo sobre las acotaciones. ¿Te ha parecido interesante? ¿Tienes alguna duda? No te preocupes, comenta aquí abajo lo que te inquieta o cualquier duda que tengas.

Muchas gracias por leer Infinitos monos y te espero en un nuevo artículo.

Antagonista vs protagonista

Protagonista y antagonista

Todos los que escribimos, sabemos que una de las partes más complicadas de crear una historia, es crear unos buenos personajes (protagonista o antagonista). A veces nos centramos tanto en el protagonista, que olvidamos el resto de personajes. O creamos un antagonista que simplemente es malvado.

Pero una buena historia necesita mucho más. Tenemos que trabajar tanto en el protagonista como el antagonista, sin olvidar a los secundarios, pero teniendo claro, que el peso de la historia está en esta dualidad: protagonista vs antagonista. El protagonista es el que soporta todo el peso de la historia y el antagonista, quien mueve todos los hilos de la historia para enfrentar al protagonista.

Así que, en esta ocasión, vamos a ver qué elementos debe tener un buen protagonista y un buen antagonista. Coge papel y lápiz y empieza a tomar apuntes.

El protagonista

Es el centro de la historia (el protagonista, claro). Quien tiene que vencer al antagonista o enfrentarse a él. Sobre el que gira todo el arco narrativo y quien da sentido a la novela o relato. Su deseo, su problema, es el que mueve los engranajes para que esa historia merezca ser contada. Es el protagonista, con quien el lector va a vivir esa aventura.

Pero esto, que sea el centro de todo, no implica cosas como que sea alguien bueno o admirable. Debes eliminar el concepto de héroe de tu mente de escritor. El héroe de tu historia, puede ser malvado o despreciable. O no tener nada de héroe, ser un cobarde temeroso de cualquier traba.

Un protagonista es el motivo por el que existe la historia

Tampoco pienses, que tienes que convertir a tu protagonista en el narrador de tu historia. Unas veces funciona y otras no. El narrador depende de cómo quieras contar la historia y a quién va dirigida. Estamos acostumbrados a leer narradores en primera persona en las novelas juveniles, en las que el protagonista es quien narra la acción. Pero tu historia puede requerir otro tipo de narrador.

En Sherlock Holmes, el protagonista no narra su historia, lo hace un secundario que acompaña al famoso detective a todas partes: Watson.

Tu protagonista tampoco tiene que ser alguien admirable ni bueno. Puede ser un villano, que normalmente lo identificamos con un antagonista, pero podemos usarlo como protagonista. No hay que olvidar, que un antagonista no deja de ser el protagonista de su propia historia.

Una obra puede tener varios protagonistas

Y, otro punto a tener en cuenta, tu protagonista no tiene por qué ser único. Puedes contar una historia con varios protagonistas. Cada uno tendrá su punto de vista y todos juntos, permiten al lector ser consciente de toda la historia.

El antagonista

El antagonista es la fuerza opuesta al protagonista. Llamarlo fuerza, nos hace verlo de forma menos personal. No tiene por qué estar representado por una persona. Puede ser un acontecimiento, un animal, un problema, un grupo de personas o una organización.

Los antagonistas pueden estar representados por entes o corporaciones, no tienen por qué ser una persona

Bien es cierto, que podemos hacer lo mismo con otros personajes. Pero las historias funcionan mejor, cuando el lector puede ver, claramente, quién es el protagonista de la historia. Pero no es así con el antagonista. Que no esté representado por una única persona, lo hace más temible, o importante. Esta fórmula funciona mejor con los antagonistas que con los protagonistas.

Es muy común ver a los antagonistas representados por villanos. Pero si, en tu historia, el protagonista es el villano, su antagonista ha de ser la parte buena, la luz que lucha contra esa fuerza maligna o moralmente cuestionable. Es más sencillo ver la dualidad bien y mal a la hora de crear estos personajes, pero como escritores, podemos y debemos buscar, siempre, la forma de contar algo que nadie haya hecho antes. O al menos, ser capaces de darle la vuelta a lo que ya está hecho.

Hay muchos ejemplos en la literatura sobre personajes con protagonistas que no son buenos.

Si quieres conocer obras con un villano como protagonista, tienes Macbeth, con el propio Macbeth como villano, Cumbres borrascosas, en el que tenemos a Heathcliff, en American Psycho, vemos la historia de Bateman.

Diferencia entre protagonistas y antagonistas

En la historia:

Toda la historia está tejida en torno al protagonista y su camino hacia la consecución de su mayor deseo o sueño.

El antagonista es la fuerza principal que se interpone entre el protagonista y su deseo o sueño.

En la puesta en escena:

Lo normal, salvo excepciones, es que los protagonistas sean representados como personajes moralmente correctos e íntegros.

Los antagonistas, salvo excepciones, son retratados como villanos.

Cuando escribas tu historia, ten presente estas cuestiones. Como autor, tienes libertad para jugar con los conceptos y darle la vuelta a lo que creas necesario, pero siempre debes respetar la dualidad protagonista/antagonista.

La balanza que sostiene los protagonistas y los antagonistas debe estar equilibrada.

Una historia en la que no hay diferencia entre unos personajes y otros, no funciona. Los lectores se sentirán perdidos y no confiarán en ti como autor. Es difícil ganarse al público, pero muy fácil perderlo.

Siempre que diseñes personajes, creando un protagonista bueno o malvado, debes contrarrestar esa fuerza con otra opuesta. Si tu protagonista va a ser moralmente cuestionable o malo, tu antagonista ha de ser lo contrario.

También puedes jugar con esos personajes, puedes tener dos personajes en apariencia iguales, que van distanciándose a medida que avanza la historia, uno se convertirá en el protagonista y el otro en el antagonista. No es necesario que el lector sepa desde el principio a quién corresponden esos roles. Pero debes cuidar mucho tu trabajo, para que esa cuestión que el lector quiere resolver, no se convierta en algo negativo para tu historia. Si creas esa duda en el lector, quién será el verdadero protagonista, hazlo bien, de forma coherente y que el lector pasa las hojas, deseando leer algo que lo saque de la duda. No sirve con dejar pasar páginas y páginas de acción de la que no se puedan sacar conclusiones hasta el final. Debes ir dando pinceladas de la personalidad de ambos, para que el lector comience a crear su propia idea. Y llegado el momento, enfrentar a esos personajes a un hecho que nos saque de dudas sobre su moralidad.

Los antagonistas y los protagonistas son quienes van a crear la mayor tensión en la historia.

La clave del éxito, está en el trabajo. Tienes que trabajar esos personajes hasta el infinito, bueno, no tanto, que no terminarás nunca. Lo que no debes hacer es trabajar menos en un antagonista que un protagonista, porque ambos personajes son igual de importantes.

Si quieres saber un poco más sobre protagonistas, antagonistas y la creación de personajes en sí, puedes visitar alguno de estos artículos que publiqué en el blog.

Cómo crear personajes

Los personajes

33 consejos para escribir personajes sólidos
¿Cómo elegir al protagonista perfecto para tu historia?
4 tipos de antagonistas épicos

7 consejos para escribir villanos creíbles

Villanos

¿Qué te gusta más? ¿Trabajar en los protagonistas o en los antagonistas? Puedes dejarnos tu opinión en los comentarios.

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