Decálogo del Escritor (o de quien se atreve a intentarlo)

Para celebrar que este es el post número 100 del blog he querido buscar algo un poco más especial y personal y después de mucho pensar, me decidí por este decálogo. No es que después de leerlo te vayas a convertir en Cervantes, pero al menos tienes un espacio donde ver que no estás solo y que el camino del escritor es igual para todos. Lo que cambia es la suerte que nos acompaña, que es la que hará que unos tengan éxito y otros no.
Quería darte las gracias a ti, que siempre has estado ahí detrás de la pantalla, haciendo posible que este blog haya llegado hasta aquí.
Así que vayamos ya con estas diez cosas que como escritor debes conocer y que seguro que te hacen sentir comprendido, al menos un poquito más.
1. No te empeñes en ser original.
La obsesión por la originalidad es la primera trampa. ¿Realmente piensas que nadie ha escrito sobre el amor, la muerte o el insomnio antes que tú? No te preocupes: serás original por accidente. Cada palabra, aunque ya gastada, lleva tu huella, y eso es suficiente. La mejor forma de alcanzar este estado es escribiendo. Escribiendo cada día, cada idea que tengas. Si quieres ganar músculo, tienes que repetir una y otra vez los mismos ejercicios. Pues ya sabes, escribe, no dejes de hacerlo nunca y verás que un día, alcanzas tu propio estilo.
2. Prepárate para las miradas desconcertadas.
Explicar que “escribes” como ocupación provoca en algunos la misma cara que si dijeras que buscas unicornios en los montes. Así que ve preparando una lista de respuestas breves y contundentes para cuando te pregunten: “¿Pero de qué vas a vivir?”. Uno puede vivir de muchas cosas. Puede trabajar en algo diferente y además escribir. Todos los que escribimos querríamos poder ganarnos así la vida. No es algo fácil, pero no pienses que es imposible. Siempre tendrás que complementar tu escritura con otra actividad, pero puedes buscar una relacionada con eso de escribir. Y si tienes suerte, ¿quién sabe si darás un buen pelotazo con tu novela y podrás vivir de ella?
3. La inspiración no existe, pero la disciplina es una broma pesada.
Hablar de inspiración como algo espontáneo está pasado de moda; aquí lo que toca es sentarse y escribir, con o sin ganas. Y, sin embargo, sí, habrá días en los que la disciplina te parezca tan esquiva como la misma inspiración. Todo escritor acaba siendo un poco masoquista. Yo pienso que la inspiración existe, sí, pero es como una ola que te ayuda a llegar antes a la orilla. Con trabajo, puedes compensar la falta de inspiración. Entrena la escritura a diario, y pronto verás que esos días en los que falta no serán tan dramáticos.
4. Ama el caos (con moderación).
A tus ideas les gusta aparecer cuando menos lo esperas. Hazte amigo del caos, pero no demasiado: lo ideal es ser desordenado en lo creativo, pero organizado en los archivos, que ya sabemos cómo se pierde el gran manuscrito por no saber en qué carpeta guardaste “borrador_final_finalísimo2.docx”.
Tu mente tiene que ser caótica, el resto no. Yo debo ser la reina del caos. Mis escritorios, el virtual y el físico… mejor no hablo mucho de ellos. No sé, me gusta el caos. Debe ser que disfruto perdiendo cosas y pasando diez minutos buscando eso que escribí ayer y no encuentro.
5. Aprende a querer a tus personajes… aunque a veces te agoten.
Tus personajes te acompañarán día y noche, con sus manías y defectos, hasta que el texto los suelte. Los odiarás, los querrás matar, los harás pasar por las peores situaciones, y al final les pedirás perdón. Es un síndrome de Estocolmo en toda regla.
Además tienes que crear personajes que aguanten otros, porque si tú no los soportas, imagina un lector. No quiere decir que, si el personaje es odioso, tú tengas que hacerlo amable, no. Se trata de que si escribes personajes que no son sólidos, que no se sostienen, el lector lo notará. Y si le coges manía, eso también lo sentirá al leer y dará muy mala sensación.
6. No te encariñes con tus frases favoritas.
Es un golpe duro, pero alguien tenía que decírtelo: esa frase que te parece una obra maestra… probablemente no lo sea. O quizá sí, pero si no aporta nada al texto, tendrá que irse. La belleza también se sacrifica en el altar de la narrativa.
Es muy duro eliminar una parte de tu historia. Con las imágenes tan bellas que has tejido con palabras, ¿verdad? Pues te aguantas. Es así. Para que un árbol crezca y de muchos frutos, hay que podar. Eliminar esas hojas tan bonitas y verdes que parecen tan sanas. Y si quieres que de mucha fruta, también debes eliminar algunas flores, con esos colores y esa delicadeza… lo haces por la obra, por su futuro y el tuyo. ¿Acaso no matas personajes sin dudarlo? Pues eliminar lo que sobra es mucho más importante que eso, así que, endurece tu corazón y sostén el bisturí cuando corrijas y elimina de raíz todo aquello que sobra.
7. Practica el arte de la relectura selectiva.
¿Ese relato que escribiste hace dos años? Es basura, ¿verdad? La escritura es un viaje constante hacia la mejora, y no necesitas recordarte cada error del pasado. Lee para aprender de tus errores; no te quedes con lo que fuiste, porque seguro que ahora eres mucho mejor. Eso que escribiste lo hizo otro escritor, uno inexperto que no sabía nada de la escritura ni de contar historias.
8. Los bloqueos no son tragedias griegas (aunque lo parezcan).
No, el bloqueo no es el fin de tu carrera. No eres el primer ni el último escritor en quedarse en blanco. A veces es sólo una señal de que necesitas distancia, o una buena taza de café, o, sinceramente, un paseo que dure más de diez minutos. Pero no te creas que es sólo cosa tuya, no. Todos lo sufrimos, lo que pasa es que algunos hemos aprendido a vencerlo. Es como esos días que no quieres ir al gimnasio. Esos son los días en que tienes que dar el doble. Porque si de verdad quieres ser escritor, debes darlo todo. Nada te impide escribir más que tú mismo. ¿Qué vas a escribir pura mierda esos días? Lo más probable. Pero escribirás, verás como sí lo haces. Y lo mismo escribes quinientas palabras de bazofia infumable, pero de repente, empiezas una frase y la terminas y te das cuenta de que es perfecta. Escribe, que nada te detenga, ni tú mismo.
9. Acepta que no todos entenderán tu pasión.
No todo el mundo sabe valorar una página bien escrita o una historia que te desvela. Deja que piensen que es un hobby o una manía inofensiva; mientras tanto, tú sigue escribiendo. Y reserva las conversaciones profundas sobre literatura para otros locos como tú.
No vas a convencer a nadie de tu talento porque se lo digas. A quienes tienes que convencer es a tus lectores y para eso tienes que escribir tanto como puedas. Ya sabes que ser escritor no será fácil y que mucha gente no lo entenderá. Por eso lo tienes que tener muy claro y luchar por ello.
10. Y, sobre todo, escribe para ti.
Que las críticas, las dudas y las inseguridades no te hagan olvidar por qué empezaste a escribir. Escribe porque es lo que te hace sentir vivo, aunque a veces te deje agotado. Porque, al final, si no disfrutas de tus propias palabras, ¿quién lo hará?
Yo no sé por qué empezaste a escribir tú, yo lo hice porque quería contar una historia a mi manera. Recuerdo que había una leyenda en mi colegio, que más tarde se convirtió en instituto y que antiguamente fue un internado. Era una leyenda urbana de esas con un fantasma que dejaba una luz encendida. Yo leía mucho terror y pensé en qué había provocado que ese fantasma se quedara allí. Así que me puse a escribir la historia que llevó a eso. Y era mierda, sí, pero me sirvió como puente para escribir otras cosas. Y poco a poco me fue gustando más que leer, incluso.
Y si has llegado hasta aquí, muchas gracias. Infinitos monos lleva funcionando ya algunos años y sois muchos los que me habéis escrito al email para preguntarme sobre escritura. Comentáis menos de lo que me gustaría, pero bueno, no se puede tener todo. Sois unos lectores maravillosos que me hacéis sentir útil y me encanta que me contéis si os ayudan mis artículos y mis guías.
Ha sido un placer llegar hasta aquí, este es mi artículo 100 y espero seguir aquí para celebrar el 200 y que vosotros lo leáis.
Un saludo y muchas gracias por acompañarme,
Lola