Elegir el tema de una novela suena fácil… hasta que te sientas a escribir y descubres que no tienes ni idea de qué demonios estás contando.
O por qué.
O para qué.
¿Lo elegiste porque te gusta?
¿Porque estaba de moda?
¿Porque querías evitar repetir tema, aunque eso significara traicionar lo único que realmente te importaba?
Te cuento algo: si estás escribiendo sobre algo que no te gusta, tarde o temprano tu novela va a caerse a trozos como un suflé emocional mal horneado. Sentirás que estás cogiendo puñados de arena y que cuanto más aprietas, más escapa.
El tema no es sólo “de qué trata” tu historia. Es la arteria principal, el núcleo nuclear, el zumbido emocional que no se apaga ni aunque cierres el documento. Y a veces no se sabe cuál es hasta que terminas, pero descubres que siempre estuvo ahí. Te mantenía despierto de madrugada. Es lo que le da sentido a todo lo demás. Si lo eliges mal, la novela se te muere a mitad. Si lo eliges bien, te arrastra como una corriente subterránea imposible de ignorar.
Es importante elegir bien el tema de tu novela. Y a veces piensas que es uno y mientras escribes descubres que era otro. Pero si lo has hecho bien, no importará, porque tu historia tendrá verdad.
Un día todo el mundo escribe sobre brujas feministas, al siguiente sobre asesinos rurales que huelen la nieve. Y tú ahí, con el FOMO literario por las nubes, pensando: «¿Y si escribo sobre eso también?»
Error.
Cuando eliges un tema porque está de moda, lo más probable es que no tenga nada que ver contigo. Estás escribiendo algo que no amas, sólo porque “vende”. Es como cocinar un plato que odias porque está en la carta de todos los restaurantes de éxito.
¿Resultado?
Te aburres. Y el lector lo notará.
Te bloqueas.
Y abandonas. Porque ni siquiera era tu historia.
Solución:
Elige un tema que te obsesione, aunque no esté de moda. La pasión se nota. Y lo que te quita el sueño, probablemente tampoco deje dormir al lector. Y si aún así, tú quieres escribir sobre eso que está de moda, hazlo tuyo. Trabaja hasta conseguir que esa elección se convierta en tuya. Piensa que se siguen vendiendo ejemplares de Orgullo y Prejuicio, las modas vienen y van, la calidad perdura.
Error 2: Confundir idea con conflicto
“Mi novela va de una chica que hereda una librería mágica.”
Vale. ¿Y…?
“Es mágica.”
Ya.
Una idea no es un tema. Una estética no es una historia. Un concepto no es un conflicto. Tu historia puede tener todo eso, pero si no trabajas el conflicto, eso que suele llevar al tema…
Para que una novela funcione, el tema tiene que sangrar a través del conflicto.
El personaje debe querer algo. Temer otra cosa. Y verse obligado a elegir.
Solución:
Elige una herida emocional que se cruce con tu idea. Por ejemplo:
“Ella hereda una librería mágica… pero le dan miedo los libros porque su padre quemaba los suyos y le contaba cosas horribles.”
BOOM.
Ahora no tenemos sólo una librería: tenemos una reconciliación con el dolor.
Ese es el tema: transformar el trauma en algo que merezca ser leído.
Por cierto, si quieres ser escritor, aprende esto cuanto antes: los traumas destrozan vidas, pero hacen personajes interesantes… (asúmelo ya, todo escritor tiene un diminuto psicópata en su mente, que está dormido y aparece en los momentos clave de la escritura…)
Error 3: Buscar la originalidad absoluta
Intentar ser original a toda costa es la forma más rápida de paralizarte.
Quieres crear “algo que nunca se haya contado”… y terminas mirando la pantalla como si fuera un portal a tu propia frustración creativa.
Sí, todo está inventado. Y no, no pasa nada.
Ser original no es sinónimo de éxito, es algo que sólo obtendrás cuando lleves un tiempo en esto y alguien, un lector despistado, te diga un día: qué original eres.
Es algo que se alcanza, por ser tú y por no buscar el éxito en las migajas de otros.
¿Sabes qué?
Tu tema es original porque lo cuentas tú y sólo hay un tú.
Tu mirada. Tu voz. Tus heridas. Nadie más puede escribir eso como tú lo harías. Y si encima le metes conflicto emocional real, aunque estés escribiendo sobre dragones en patines… se va a sentir nuevo, porque tu mirada es única.
Tu voz es tuya y nadie más la tiene, no te avergüences y explota bien tu recurso más preciado: tú.
Entonces… ¿cómo se elige un buen tema?
Aquí van algunos ejercicios que no te solucionarán la vida, pero te la harán más llevadera:
No te fijes sólo en la trama. Fíjate en los dilemas. En los conflictos emocionales.
Eso es lo que te hizo disfrutarla.
Un buen escritor lee mucho (un mal escritor dice que no hace falta leer mucho). Y entre esas novelas que más te han gustado, seguro que encuentras temas que te gustan… y si te gusta leer sobre ellos… te gustará escribir sobre ellos.
Pregúntate esto:
¿Qué quiero que el lector sienta cuando cierre el libro?
La respuesta es el latido central. Tu tema real.
Ese que, aunque no aparezca en la portada, estará en cada página.
Conclusión
Elegir el tema de tu novela es como familiarizarse con el timón antes de zarpar. No sabrás qué olas te van a partir la cara, pero al menos sabrás hacia dónde estás yendo y que puedes controlarlo.
No tiene que ser épico, ni rompedor, ni digno de un premio. Sólo tiene que ser tuyo.
Que te importe. Que te duela. Que te remueva.
Porque si no te importa a ti… ¿cómo va a importarle al lector?
¿Ya tienes tema o sigues en el limbo? Te leo en comentarios. Pero no me digas que tu historia “va de una librería mágica”. A menos que huela a trauma.
¿Quieres seguir aprendiendo sobre escritura y no perderte nada?
Suscríbete a mi newsletter gratuita y recibe recursos exclusivos para escritores directamente en tu correo. Si acabas de llegar al blog por primera vez, pásate por aquí.
También puedes seguirme en Instagram @infinitosmonosblog para más consejos, reflexiones y trucos literarios en formato rápido y visual.
Y si te gusta mi trabajo y quieres ayudarme a mantener vivo este blog, puedes apoyarme en Patreon. Así seguiré creando contenido gratuito y de calidad para escritores como tú.”
Cómo construir una trama sólida en tu novela paso a paso
¿Alguna vez has empezado a escribir una novela y, a mitad de camino, te has quedado mirando la pantalla, sudando frío, sin saber hacia dónde va tu historia? Tranquilo, no estás solo. Nos ha pasado a todos los que nos sentamos a inventar mundos, personajes y universos enteros. Y no, no significa que no seas buen escritor ni que tu idea sea mala.
La realidad es que escribir una novela no es solo cuestión de inspiración. Puedes tener la mejor premisa del mundo, personajes fascinantes y diálogos brillantes… pero si no sabes cómo construir una trama sólida, tu historia puede perderse en un laberinto de escenas sueltas, cabos sueltos y finales que no convencen a nadie.
Construir una trama firme y bien estructurada es el esqueleto que sostiene cualquier historia. Si falla, todo se desmorona como un castillo de naipes. Es lo que une los puntos entre el inicio y el final, da sentido y dirección a tu narración, y mantiene a tus lectores pasando página tras página, sin poder soltar el libro.
Por eso, hoy quiero contarte cómo construir una trama sólida paso a paso, para que no vuelvas a quedarte congelado frente a la pantalla. Vamos a explorar los secretos para diseñar una trama coherente, ideas originales, personajes complejos, conflictos que atrapen, giros inesperados, escenas memorables y mucho más.
¿Quieres aprender cómo construir una trama sólida sin miedo a quedarte atascado? Suscríbete gratis y recibe mi curso “Construye la trama perfecta en 7 días”, con ejercicios y plantillas.
No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.
Comienza con una idea original
Si quieres saber cómo construir una trama sólida, debes empezar siempre por el principio: una idea poderosa. Todo parte de una chispa. Un momento de inspiración, una imagen mental, una frase que se te mete en la cabeza y no te deja en paz. Y muchas veces, esa chispa nace de una simple pregunta que puede encender toda tu creatividad: ¿Qué pasaría si…?
Las mejores historias suelen surgir de la curiosidad. Preguntas como estas pueden ser el detonante perfecto para empezar a diseñar la trama sólida de una novela:
¿Qué pasaría si una persona despertara cada día en un cuerpo diferente?
¿Qué pasaría si los recuerdos pudieran ser robados como datos digitales?
¿Qué pasaría si el mundo se quedara mudo de repente y nadie pudiera comunicarse?
¿Qué pasaría si un niño descubriese que su madre es en realidad una espía internacional?
¿Qué pasaría si un pintor pudiera traer a la vida todo lo que pinta, incluso cosas peligrosas?
La belleza de estas preguntas es que abren puertas infinitas. Una sola frase puede contener el germen de toda una novela y ser el primer paso para crear una trama bien estructurada y llena de posibilidades.
No te preocupes si tu idea parece “loca” o extravagante. A veces, las premisas más insólitas se convierten en grandes historias porque capturan la imaginación del lector desde el primer momento. Piensa, por ejemplo, en La carretera de Cormac McCarthy (¿qué pasaría si un padre y su hijo vagaran por un mundo postapocalíptico?) o en El curioso caso de Benjamin Button (¿qué pasaría si alguien naciera viejo y rejuveneciera con el tiempo?). Estas ideas originales son el punto de partida para construir tramas sólidas y únicas.
Piensa en algo que te intrigue, que te dé curiosidad. Que te haga querer explorar, investigar o inventar. Esa será la semilla para desarrollar la trama sólida de tu novela.
Aquí van algunos consejos prácticos para encontrar esa idea original:
Observa el mundo que te rodea. A veces una noticia, una conversación en el metro o una imagen en redes sociales puede disparar una idea inesperada que puede convertirse en la base de una trama fuerte.
Fusiona conceptos. ¿Y si mezclas dos géneros o situaciones que nunca suelen ir juntas? Como romance + ciencia ficción, o fantasía épica + reality show. Esta es una gran manera de crear tramas originales y sólidas.
Piensa en lo cotidiano… y retuércelo. Toma algo normal y dale un giro inesperado. ¿Qué pasaría si las mascotas pudieran revelar los secretos de sus dueños? Aquí empieza la magia de construir una trama única.
Escribe listas de “qué pasaría si…”. Oblígate a escribir diez, veinte preguntas. Aunque algunas sean ridículas, entre ellas se esconde la chispa para crear una trama sólida.
Haz caso a tus obsesiones. Aquello que no puedes dejar de pensar suele ser el lugar perfecto para encontrar historias únicas. Esa obsesión puede ser la raíz de una trama bien construida.
Así que saca papel y lápiz —o abre un nuevo documento— y empieza a escribir preguntas. No filtres nada todavía. Ya tendrás tiempo de decidir cuál vale la pena desarrollar. Lo importante es que empieces a llenar ese banco de ideas, porque si quieres saber cómo construir una trama sólida, la clave es empezar con una gran idea.
Tu próxima novela podría estar escondida en una de esas preguntas… y ser el inicio de la trama sólida que siempre has soñado escribir.
Crea personajes interesantes
¿De verdad quieres escribir una buena novela?
Imagina sentarte a escribir sin miedo a quedarte atascado. Saber exactamente qué contar en cada capítulo y cómo mantener a tus lectores pegados a tus páginas. Eso es lo que conseguirás con mi curso gratuito. Suscríbete gratis y recibe mi curso “Construye la trama perfecta en 7 días.” Ejercicios, ejemplos reales y plantillas descargables para que no vuelvas a quedarte atascado.
Curso GRATIS “Construye la trama perfecta en 7 días”
Cómo encontrar ideas originales.
Crear personajes tridimensionales.
Diseñar conflictos irresistibles.
Definir objetivos claros para tu protagonista.
Construir el arco narrativo de tu novela.
Crear finales que impacten.
Plantillas y ejercicios descargables.
No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.
Si estás aprendiendo cómo construir una trama sólida, debes saber que los personajes son el auténtico corazón de tu historia. Puedes tener la idea más original del planeta o una trama llena de giros, pero si tus personajes parecen de cartón, a nadie le importará lo que les pase. Así de cruel (y de cierto) es el asunto.
Para lograr una trama sólida y bien construida, necesitas personajes tridimensionales, es decir, personas que parezcan reales, con virtudes, defectos, deseos, miedos, contradicciones y alguna que otra manía que los haga únicos. Crear personajes interesantes es uno de los pilares más importantes cuando te propones construir la trama de tu novela.
Rasgos básicos para construir personajes sólidos:
Qué quieren (objetivos)
Todo personaje sólido tiene algo que desea con intensidad. Puede ser algo grande, como salvar el mundo, o algo íntimo, como reconciliarse con un padre ausente. Ejemplo: En El Gran Gatsby, Gatsby lo quiere todo… solo para recuperar a Daisy. Tener objetivos claros es esencial para crear tramas firmes y coherentes.
Qué temen (miedos)
Los miedos profundos humanizan a tus personajes. Nadie es valiente las 24 horas. Ejemplo: Katniss Everdeen teme profundamente perder a su hermana Prim. Estos temores pueden convertirse en el motor de la historia y son clave si quieres saber cómo construir una trama sólida.
Qué ocultan (secretos)
Incluso el personaje más noble puede tener algo que esconder. Los secretos crean tensión, añaden capas a la historia y sorprenden al lector. Ejemplo: Walter White, en Breaking Bad, oculta su doble vida como narcotraficante. Los secretos son grandes aliados para diseñar tramas sólidas y emocionantes.
Qué los hace únicos (rasgos distintivos)
Puede ser una forma peculiar de hablar, una manía, un rasgo físico o una filosofía de vida. Algo que, si le quitaras, ya no serían ellos. Ejemplo: Sherlock Holmes y su lógica despiadada y su afición al violín. Los detalles únicos son esenciales para crear personajes memorables que sostengan una trama fuerte.
Claves para crear personajes memorables y fortalecer tu trama
Hazlos contradictorios. Nadie es solo valiente, solo cruel o solo dulce. Un personaje generoso puede ser egoísta en ciertas situaciones. Esta complejidad es fundamental para crear tramas sólidas y realistas.
Dales pasado.
¿Qué les ocurrió antes de que empiece tu historia? Incluso si no lo cuentas todo, saberlo te ayudará a escribirlos de forma más coherente. Sus historias pasadas pueden convertirse en hilos narrativos que refuercen cómo construir una trama sólida.
Piensa en cómo hablan.
¿Usan muletillas? ¿Son breves y secos o se enrollan como persianas? El habla es una herramienta genial para mostrar personalidad y para enriquecer la construcción de tu trama.
Ponlos en situaciones incómodas.
Es ahí donde se revelan de verdad. ¿Qué hacen bajo presión? ¿Qué eligen cuando deben decidir entre lo que quieren y lo que es correcto? Este tipo de pruebas es crucial si buscas construir una trama firme y llena de tensión.
Observa a la gente real.
Sí, en el metro, en el supermercado, en tu propia familia (con cuidado de que no se enteren). Roba gestos, frases, expresiones… y mételos en tus personajes. Esto aportará realismo y ayudará a crear tramas sólidas que conecten con los lectores.
Ejemplo práctico
Imagina a Clara, una abogada brillante y perfeccionista. Su objetivo es convertirse en socia de su bufete (objetivo). Sin embargo, tiene pánico escénico a hablar en público (miedo). Oculta que su padre está en prisión por estafa (secreto). Y siempre lleva un cuaderno rojo donde anota ideas, incluso en medio de conversaciones (rasgo distintivo).
Con solo estos detalles, Clara ya empieza a sentirse real y compleja, y es fácil imaginar cómo estos elementos pueden entrelazarse en la historia para construir una trama sólida y emocionante. Ahora imagina todo lo que puede pasarle si el secreto de su padre sale a la luz… ¡ahí empieza la verdadera tensión narrativa!
Cuanto más reales y profundos sean tus personajes, más sólida y poderosa será la trama de tu novela. Son ellos quienes harán que el lector se preocupe, sufra y ría, y quienes sostendrán el peso de cualquier historia bien construida.
Así que no tengas miedo de cavar hondo y explorar lo que hace humanos a tus protagonistas… y a tus villanos también. Porque si quieres saber cómo construir una trama sólida, empezar por personajes interesantes es el primer paso.
Desarrolla un conflicto sólido
¿Te imaginas escribir cada escena con seguridad, sabiendo siempre qué viene después? Olvídate de la página en blanco y disfruta construyendo historias que mantendrán a tus lectores atrapados. Eso es justo lo que aprenderás en mi curso gratuito.
Si te tomas esto en serio, no dejes escapar esta oportunidad.
Suscríbete gratis y recibe mi curso “Construye la trama perfecta en 7 días.” Incluye ejercicios y plantillas para escribir tu novela con seguridad.
Curso GRATIS “Construye la trama perfecta en 7 días”
Cómo encontrar ideas originales.
Crear personajes tridimensionales.
Diseñar conflictos irresistibles.
Definir objetivos claros para tu protagonista.
Construir el arco narrativo de tu novela.
Crear finales que impacten.
Plantillas y ejercicios descargables.
No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.
Si estás intentando aprender cómo construir una trama sólida, debes tener algo muy claro: sin conflicto, no hay historia. Así de simple. Y, créeme, no hay nada más aburrido que un protagonista al que todo le sale bien. Las historias necesitan problemas. Grandes, pequeños, internos o externos… pero problemas.
Un buen conflicto es el motor que impulsa la trama hacia adelante. Es lo que hace que el lector pase página tras página, queriendo saber cómo saldrá el protagonista del lío en el que está metido. Para construir una trama sólida y coherente, necesitas dominar el arte del conflicto.
Tipos de conflicto para construir una trama sólida
Conflicto interno
Es el que ocurre dentro del personaje. Aquí hablamos de miedos, dudas, contradicciones, traumas, deseos reprimidos. Es lo que sucede en la mente y el corazón del protagonista y es clave si quieres entender cómo crear una trama sólida con profundidad emocional.
Ejemplos de conflictos internos:
Una doctora brillante que se siente una impostora y duda de sus capacidades.
Un asesino a sueldo que empieza a sentir compasión por sus víctimas.
Una madre soltera que se debate entre su carrera soñada y el bienestar de su hijo.
Conflicto externo
Es el que enfrenta a tu personaje con algo o alguien fuera de él mismo: otra persona, la sociedad, la naturaleza, una fuerza sobrenatural… o el universo entero, si te sientes dramático. Estos conflictos son fundamentales para construir una trama sólida llena de acción y tensión.
Ejemplos de conflictos externos:
Un detective persigue a un asesino que siempre va un paso por delante.
Una mujer lucha contra las normas sociales que le impiden ser artista.
Un astronauta varado en Marte que intenta sobrevivir hasta el rescate.
Ejemplo combinado: clave para construir una trama sólida
La clave para que tu historia sea poderosa y consigas una trama bien armada es combinar conflictos internos y externos. Juntos crean profundidad, tensión emocional y mantienen al lector totalmente enganchado.
Por ejemplo:
Un abogado exitoso esconde que sufre ataques de pánico (conflicto interno), mientras lucha por ganar el caso más importante de su vida contra un fiscal implacable (conflicto externo).
Si solo tuviera el caso legal complicado, podría ser interesante… pero algo superficial. Si solo tuviera ataques de pánico, sería un drama personal… pero quizá no habría trama suficiente para sostener toda una novela. Juntos, los conflictos se potencian y generan una historia más rica y emocionante, esencial si quieres dominar cómo construir una trama sólida.
Cómo crear un buen conflicto y fortalecer tu trama
Hazlo personal. Cuanto más afecte el conflicto directamente al protagonista, más fuerte será la conexión con el lector. Esto es vital para construir una trama sólida y creíble.
Sube las apuestas. Haz que perder el conflicto implique algo serio: perder a un ser querido, quedar en la ruina, morir o traicionar sus valores. Los grandes conflictos son la base de una trama firme y emocionante.
Mantén el conflicto activo. No lo resuelvas demasiado pronto. Déjalo hervir, crecer y complicarse. Así conseguirás una trama con ritmo y tensión, pilar de cómo construir una trama sólida.
Hazlo relevante para la trama. El conflicto debe estar conectado con la historia principal, no ser solo ruido de fondo. Esto asegura una estructura narrativa coherente.
Pon obstáculos creíbles. No le regales soluciones fáciles al protagonista. Cuanto más difícil sea el camino, más satisfactorio será el desenlace. Es una de las claves si buscas crear una trama sólida y memorable.
Piensa en el conflicto como el corazón palpitante de tu historia. Es lo que hará que tus lectores rían, lloren, se enojen o se queden despiertos hasta las tres de la mañana diciendo: “Solo un capítulo más.”
Así que, si quieres que tu novela sea inolvidable y aprender de verdad cómo construir una trama sólida, haz sufrir un poquito a tus personajes. Tus lectores (y tu historia) te lo agradecerán.
Establece objetivos claros
Si estás aprendiendo cómo construir una trama sólida, hay algo que no puedes olvidar: tus personajes deben querer algo con fuerza. Porque, seamos francos, nadie lee una novela solo para ver a gente existiendo sin más. Lo que engancha es el deseo, la necesidad, la lucha por conseguir algo… y las piedras que la vida —o tú, malvado escritor— pone en el camino.
Tener objetivos claros es fundamental para construir una trama sólida y bien estructurada. Puede ser algo tangible, como encontrar un tesoro, o algo más emocional, como ser aceptados o encontrar el amor. Y, lo más importante: esos objetivos deben chocar con obstáculos. Es ahí donde surge el conflicto que impulsa la historia hacia adelante.
¿Por qué son tan importantes los objetivos para construir una trama sólida?
Impulsan la trama.
Sin un objetivo, tu historia se convierte en un paseo sin destino, algo incompatible con cómo construir una trama sólida que mantenga al lector interesado.
Definen al personaje.
Lo que quiere un personaje dice muchísimo sobre quién es. Sus objetivos son clave para crear una trama coherente y rica en matices.
Generan empatía.
Si entendemos qué quiere tu protagonista, es más fácil que el lector se preocupe por él o ella. Esto es esencial para escribir una trama sólida que conecte emocionalmente.
Cargan de tensión la narración.
Porque cuanto más difícil sea conseguir el objetivo, más interés generas. Las metas claras son el combustible de una trama firme y bien armada.
Ejemplo práctico de objetivos en conflicto
Imagina que tu protagonista quiere salvar su matrimonio, pero al mismo tiempo recibe una oferta para el trabajo de sus sueños… en otro país. ¡Choque de objetivos!
Aquí hay dos deseos legítimos que pueden servirte para construir una trama sólida y llena de emoción:
Salvar una relación importante (necesidad emocional).
Realizarse profesionalmente (necesidad personal).
Solo puede tener una cosa sin perder la otra… o quizá no puede tener ninguna. Eso crea drama, decisiones difíciles y momentos que mantienen al lector pegado a la página. Este tipo de conflicto es vital para aprender cómo construir una trama sólida y envolvente.
Tipos de objetivos que refuerzan tu trama
Objetivos externos:
Encontrar a una persona desaparecida.
Ganar un concurso.
Derrotar a un villano.
Llegar a un lugar antes de que sea demasiado tarde.
Objetivos internos:
Superar un miedo profundo.
Perdonarse por un error del pasado.
Encontrar su identidad.
Dejar de buscar la aprobación de otros.
Cómo crear objetivos interesantes y construir una trama sólida
Que sean importantes.
Deben significar mucho para el personaje, o no nos importará. Esto es esencial para crear una trama sólida que atrape al lector.
Que sean claros.
Tanto el lector como el personaje deben saber qué está en juego. La claridad es clave si quieres entender cómo construir una trama sólida.
Que entren en conflicto con algo o alguien.
Ningún objetivo debería ser fácil de lograr. Los obstáculos son la esencia de una trama fuerte y coherente.
Que evolucionen.
A veces, lo que tu personaje quiere al principio no es lo que necesita de verdad. Esa transformación es parte de cómo construir una trama sólida y emocionante.
Ejemplo adicional
Piensa en Los Juegos del Hambre: Katniss solo quiere proteger a su hermana (objetivo inicial). Pero, a medida que avanza la historia, su objetivo crece: sobrevivir, desafiar al Capitolio, inspirar una revolución (objetivos en evolución). Este crecimiento es una muestra perfecta de cómo construir una trama sólida y llena de capas.
Cuanto más claros y poderosos sean los objetivos de tu protagonista, más sólida será la trama de tu novela. Los lectores no pueden evitar seguir leyendo para ver si los consigue… o si pierde todo en el intento. Y ahí, amigo mío, es donde reside el secreto de cómo construir una trama sólida y mantener a tu audiencia enganchada.
Crea un arco narrativo convincente
Visualiza el momento en que te sientas a escribir y cada capítulo fluye sin esfuerzo. Sabes qué contar, cómo enganchar al lector y cómo llevar tu historia hasta el final. Con mi curso gratuito, podrás lograrlo.
¿Estás listo para dejar atrás el miedo a quedarte atascado?
Descubre mi curso gratuito “Construye la trama perfecta en 7 días” y aprende a planificar tu historia paso a paso.
Ejercicios prácticos.
Plantillas descargables.
Y la confianza de saber siempre qué viene después en tu historia.
No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.
Si estás intentando aprender cómo construir una trama sólida, debes entender que una historia sin estructura es como un tren sin vías: da vueltas en círculos, descarrila o se estrella. Para mantener a tus lectores enganchados y crear una novela que funcione de principio a fin, necesitas un arco narrativo convincente que dé forma y coherencia a todo lo que ocurre en tu historia.
La buena noticia es que no necesitas reinventar la rueda para construir una trama sólida y bien estructurada. Desde tiempos inmemoriales, las historias se basan en una estructura muy sencilla pero extremadamente poderosa: principio, desarrollo, clímax y final.
La estructura clásica para construir una trama sólida
Inicio: presentas a personajes y mundo
Aquí introduces al lector en el universo de tu historia. Presentas quién es el protagonista, cómo es su vida antes de que todo se complique, y siembras pistas de lo que está por venir. Ejemplo: Una ladrona hábil que roba para pagar el tratamiento de su hermano enfermo. Establecer bien el inicio es clave para construir una trama sólida que atrape desde la primera página.
Desarrollo: complicas las cosas
Aquí es donde empiezas a ponerle obstáculos a tu protagonista. Surgen conflictos, secretos, alianzas inesperadas. La tensión sube y el lector empieza a morderse las uñas. Ejemplo: La ladrona se enamora del detective que la está persiguiendo. Crear un desarrollo fuerte es fundamental para saber cómo construir una trama sólida y emocionante.
Clímax: el momento más intenso y decisivo
Todo llega a un punto de máxima tensión, donde el protagonista debe tomar decisiones cruciales. Aquí se definen sus verdaderos valores y se revela si alcanza o no su objetivo. Ejemplo: El detective descubre el secreto de la ladrona. El clímax es el corazón de cualquier historia sólida.
Final: resuelves la trama (bien o mal)
Cierras las subtramas, muestras las consecuencias de las decisiones y das al lector una sensación de cierre. Ejemplo: El detective decide dejarla escapar, pero ella se entrega voluntariamente. Un buen final es esencial para construir una trama sólida que deje huella.
Ejemplo narrativo completo para ilustrar cómo construir una trama sólida
Veámoslo con el ejemplo narrado un poco más extenso:
Inicio: Laura, una ladrona experta, roba una joya valiosísima para costear el tratamiento médico de su hermano menor. Vive en un barrio humilde y tiene reglas claras: no hacer daño a nadie y desaparecer sin dejar rastro.
Desarrollo: Durante el robo, Laura cruza caminos con Marcos, un joven detective decidido a resolver el caso. Empieza una persecución que los obliga a conocerse más de cerca. Contra toda lógica, surge una atracción entre ellos. Laura empieza a cuestionar sus decisiones, mientras Marcos se debate entre cumplir con la ley o protegerla.
Clímax: Marcos descubre la verdadera identidad de Laura y sus motivos. Debe decidir si arrestarla o encubrirla, poniendo en riesgo su carrera.
Final: Marcos decide dejarla escapar, convencido de que ella no es una criminal de corazón. Sin embargo, Laura, incapaz de cargar con la culpa, se entrega voluntariamente a la policía.
Este ejemplo muestra perfectamente cómo construir una trama sólida, con un arco narrativo coherente que evoluciona y mantiene al lector en vilo.
Claves para construir un arco narrativo sólido
Haz crecer el conflicto.
Que lo que está en juego sea cada vez mayor. Si empiezas con un lío pequeño y terminas con el mismo lío pequeño… mala señal. Escalar el conflicto es esencial para construir una trama sólida.
Haz que tu protagonista evolucione.
El personaje debe transformarse por lo que vive. No puede ser exactamente el mismo al principio y al final. Esto es clave si quieres saber cómo construir una trama sólida que emocione al lector.
Mantén la tensión hasta el final.
No resuelvas todos los problemas demasiado pronto o la última parte de la historia perderá fuerza. La tensión es la savia de una trama sólida y bien armada.
Ofrece un final coherente.
Puede ser feliz, trágico, abierto… pero debe tener sentido con todo lo que ocurrió antes. Un buen cierre es vital para construir una trama sólida y dejar satisfecho al lector.
Cierra las subtramas importantes.
Aunque dejes algún misterio para una posible secuela, no frustres al lector dejándolo sin respuestas esenciales. Esto es parte fundamental de cómo construir una trama sólida y bien estructurada.
Recuerda: una buena estructura no es una jaula, sino una guía. Puedes adaptarla, torcerla o reinventarla… siempre que tenga lógica y mantenga al lector queriendo saber qué pasará después. Porque si quieres saber cómo construir una trama sólida, dominar el arco narrativo es imprescindible.
Edita tu trabajo
Deja reposar el texto unos días antes de releerlo.
Léelo en voz alta.
Busca incoherencias en la trama.
Sé despiadado eliminando lo que no aporta.
Conclusión
Si realmente quieres dominar cómo construir una trama sólida, recuerda que escribir es solo la primera parte del proceso. La verdadera magia ocurre en la revisión.
Aquí algunos consejos rápidos para pulir tu historia y lograr una trama bien construida:
Deja reposar el texto unos días antes de releerlo. Verás errores y huecos en la trama que antes pasaban desapercibidos.
Léelo en voz alta. Así detectarás frases forzadas, diálogos poco naturales o repeticiones que debilitan la solidez de tu trama.
Busca incoherencias en la trama. Asegúrate de que las acciones de tus personajes tengan sentido y estén en sintonía con el arco narrativo que has diseñado. Esto es clave para construir una trama sólida y coherente.
Sé despiadado eliminando lo que no aporta. Si una escena no impulsa la trama o revela algo importante de los personajes, quizá deba desaparecer. Menos es más cuando buscas una trama firme y eficaz.
¡Y hasta aquí nuestra guía sobre cómo construir una trama sólida paso a paso! Espero que ahora sientas menos miedo de quedarte mirando la pantalla en blanco y más ganas de empezar a escribir historias inolvidables y bien estructuradas.
Pero esto es solo el principio.
¿Quieres profundizar aún más en cómo construir una trama sólida y escribir una novela que enganche desde la primera página?
Suscríbete a mi blog y no te pierdas ninguno de mis próximos consejos sobre cómo crear tramas sólidas y personajes memorables.
Suscríbete en la caja de abajo y recibe el curso de 7 días sobre la trama.
No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.
Sígueme en redes sociales (Instagram, Twitter, TikTok… donde sea que procrastines) para recibir tips, inspiración y compartir tus avances conmigo.
Comparte este artículo con otros escritores que también estén batallando con su historia. ¡Que la literatura se propague como un virus… pero bonito!
Déjame un comentario contándome en qué parte de tu novela te has quedado atascado o qué dudas tienes sobre cómo construir una trama sólida. ¡Me encantaría leerte!
Y atención: Si te suscribes ahora, recibirás gratis el curso exclusivo “Construye la trama perfecta para tu novela en 7 días.” Así darás un paso gigante para aprender cómo construir una trama sólida de verdad.
Además, si quieres seguir aprendiendo, te invito a leer este otro artículo que complementa perfecto el tema de hoy:
Cómo corregir un texto literario sin perder la fe (ni el estilo)
Muchos creen que el acto de escribir termina cuando uno teclea la última palabra y guarda el archivo con un suspiro satisfecho. Como si el texto ya estuviera listo para ver la luz, vestidito y perfumado, esperando al lector en la puerta. Pero no. Ahí no termina nada. Ahí empieza la parte real del trabajo.
La revisión —ese momento temido, ignorado o postergado— es donde el escritor se gana su carnet de profesional. Porque lo que sigue después del primer borrador no es un paseo: es una reescritura constante, una cirugía literaria a corazón abierto y sin anestesia, donde a veces el paciente (el texto) no sobrevive… pero tú, escritor, sí, tranquilo, verás que puedes seguir adelante.
El problema es que nadie te advierte que vas a pasar más tiempo puliendo que escribiendo. Que tu novela soñada puede volverse un campo de batalla entre lo que quisiste decir y lo que realmente dijiste. Que corregir duele, cansa, aburre… pero también afila, eleva y transforma.
La buena noticia: es ahí, justo en esa fase ingrata, donde nace el verdadero texto. Ese que no sólo se deja leer, sino que deja huella.
1. La primera versión: una brújula, no un mapa
Escribir el primer borrador es como lanzarse a explorar una isla misteriosa sin un mapa, sólo con una brújula emocional que más o menos apunta a lo que quieres contar. A veces llegas a una playa hermosa. Otras veces te caes en una zanja de adjetivos inútiles. Pero no importa: lo importante es avanzar.
Ese primer texto no está para ser perfecto. Está para existir. Está para manchar la página con todas esas ideas que se han estado revolviendo en tu cabeza. Y como todo lo que nace en bruto, viene con fallos: personajes inconsistentes, diálogos que parecen sacados de un ensayo escolar, frases que en el momento parecían brillantes pero que al día siguiente dan vergüenza ajena.
Lo esencial es entender esto: la primera versión no se juzga, se celebra por su atrevimiento. Porque sin ella no hay nada que corregir, nada que mejorar. El verdadero error del escritor novato no es escribir mal, sino pensar que lo que escribió está bien a la primera. Y si eso te duele, enhorabuena: ya estás creciendo.
Así que sí, escribe tu primer borrador con libertad, incluso con desparpajo. Pero no te engañes: lo que tienes entre manos no es un mapa, es apenas la brújula. Y el viaje acaba de empezar.
Piensa como un escultor, si llegas cuando empieza, verás un trozo de piedra llena de lascas mal pulidas, con una forma evidente, pero tosca, fea, un diamante en bruto… pues eso es tu primer borrador.
2. Leer con ojos ajenos (aunque sigan siendo los tuyos)
Una vez terminado el primer borrador, lo peor que puedes hacer es leerlo enseguida. ¿Por qué? Porque todavía estás demasiado enamorado de él. Es como intentar juzgar objetivamente una cita mientras sigues bajo el efecto del vino y el entusiasmo. Spoiler: todo parece mejor de lo que realmente es.
Dejar reposar el texto unos días (o semanas, si tienes ese lujo) es esencial. Te permite volver con otros ojos. No los de un autor apasionado, sino los de un lector cruel y lúcido. El tipo de lector que subraya con rabia cada frase inflada, que detecta inconsistencias como si oliera la sangre en el agua. Ese lector que eres tú, pero menos iluso.
En esta etapa, el escritor se convierte en editor, y eso implica tomar decisiones difíciles: cortar escenas enteras, reescribir personajes, admitir que ese diálogo que tanto te gustaba suena como una telenovela mal doblada. Es también el momento de preguntarse, sin miedo al ego: ¿esto sirve para contar la historia o sólo está aquí porque me hace sentir inteligente?
Y sí, llega el temido momento de “sacrificar lo que más quieres”. Frases ingeniosas que no aportan, metáforas brillantes que sobran, párrafos enteros que sólo funcionan en tu cabeza. Aferrarte a ellos no hace mejor a tu texto, sólo lo hace más confuso. Y el lector —ese ser impaciente y malhumorado— no va a perdonártelo.
Revisar con frialdad no es traicionarte: es respetar tu historia lo suficiente como para no dejarla en manos del entusiasmo. Es aprender a ser tu propio lector ideal… o al menos, tu primer enemigo útil.
3. Las capas de revisión
Revisar un texto no es una acción única y gloriosa. Es un proceso en capas, como una lasaña literaria, donde cada nivel tiene su propia lógica, su propia dificultad y su propio potencial para arruinarte la noche.
La revisión no se hace “de una pasada”. Eso es como intentar limpiar una casa sólo barriendo el centro del salón. Vas a tener que volver una y otra vez. Y sí, vas a encontrar cosas peores cada vez que lo hagas. Querías ser escritor, ¿no?
Primera capa: estructura. ¿La historia tiene sentido? ¿Hay un principio claro, un desarrollo coherente y un final que no parezca salido de una reunión de emergencia? Aquí se trata de grandes movimientos. Escenas que sobran. Saltos temporales sin lógica. Subtramas que no llevan a ninguna parte. El objetivo: que el texto funcione en su esqueleto.
Segunda capa: ritmo. Una novela no es una carrera de velocidad ni una caminata eterna. Es ambas cosas, alternando. Aquí debes asegurarte de la cadencia de los párrafos, los cambios de tono, los silencios. ¿Hay momentos que se arrastran? ¿Otros que van demasiado rápido? ¿Estás aburriendo o mareando al lector? Si no lo sabes, probablemente estás haciendo ambas cosas.
Tercera capa: estilo. Ahora viene lo fino. Pulir frases, buscar sinónimos, eliminar repeticiones, acortar oraciones. Es como cortar el exceso de tela de un traje: cada palabra innecesaria es un bulto. Aquí también es donde encuentras esas joyas escondidas que puedes potenciar… y las frases que creías geniales, pero que en realidad suenan como autoayuda con pretensiones. Pero si te esfuerzas, lograrás darles una vuelta y convertirlas en oro puro.
Cuarta capa: gramática y ortografía. Ah, lo temido. Lo menos glamuroso. Pero si dejas esto para el final (y deberías), evitarás corregir comas en párrafos que luego vas a eliminar por completo. Aquí se busca precisión quirúrgica: tildes, puntuación, normas de estilo, concordancia, y esa coma criminal que cambia el sentido de toda una oración. Porque sí, tres tildes mal puestas pueden hacer que tu texto parezca escrito en estado de posesión demoníaca.
Revisar en capas mejora el texto y también te salva la salud mental. Te da objetivos específicos y te impide caer en el limbo de la “edición eterna”, donde corriges sin saber qué estás corrigiendo. Porque hay algo peor que un texto mal escrito: un texto mal editado que cree que ya está listo.
4. El ego en el proceso: ese animal que hay que domar
Reescribir exige una cualidad poco común en los aspirantes a genios: humildad. Sí, esa palabra incómoda que suena a renuncia, pero que en realidad es la puerta de entrada al oficio real del escritor. Porque una cosa es escribir impulsado por la inspiración, y otra muy distinta es aceptar que buena parte de lo que escribiste, con tanto amor, no vale ni para pie de página.
El ego se manifiesta de muchas formas sutiles durante la revisión: “Ese adjetivo suena muy poético, seguro al lector le encantará” (no le encantará). “Ese monólogo interno es largo, pero dice mucho de mí” (también dice que no sabes editar). “No voy a borrar esa escena, me costó mucho escribirla” (el lector no estaba ahí para aplaudir tu esfuerzo).
Hay que entender esto: cortar no es perder. No es amputar tu talento, ni hacerle daño a tu alma de artista. Es despejar el camino para que la historia respire, para que cada palabra tenga un propósito. Reescribir es una poda creativa: cuanto más cortas lo innecesario, más florece lo esencial.
Domar al ego significa aceptar que el texto no eres tú. Que corregirlo no es corregirte a ti, sino pulir el vehículo que va a llevar tu historia al mundo. Y a veces eso implica decir adiós a tu escena favorita, a esa metáfora que te hizo sentir Borges por un segundo, o a ese personaje secundario que amabas pero que no pinta nada.
¿Duele? Claro. ¿Es necesario? Siempre. Porque si no eres capaz de ser cruel contigo mismo en la revisión, tranquilo: el lector lo será por ti.
5. El lector ideal, ese fantasma útil
Revisar un texto sin pensar en el lector es como preparar una cena gourmet y luego comértela solo en la oscuridad. Puede ser una experiencia mística, pero probablemente nadie más quiera repetirla. Y eso es un problema si tu plan es, no sé, que alguien lea lo que escribiste.
El lector ideal no eres tú. No tiene tu contexto, tu mapa mental, tu devoción por los juegos de palabras. No sabe lo que quisiste decir, sólo ve lo que dijiste. Y lo más probable es que no tenga tiempo, ni paciencia, ni ganas de descifrar tus frases laberínticas como si fueran un crucigrama espiritual.
Tu trabajo, al revisar, es invocar a ese lector fantasma. Imaginar cómo reaccionará. ¿Se pierde? ¿Se aburre? ¿Se ríe cuando debe o se ríe de ti? Si no puedes responder con un “sí” rotundo a preguntas como “¿entiende esto?”, “¿le importa esto?”, “¿seguirá leyendo después de este párrafo?”… entonces es momento de tomar el bisturí y operar de nuevo.
No se trata de escribir para complacer, sino de escribir con claridad, intención y respeto por la experiencia del otro. Nadie te debe su atención. Cada línea es un contrato: si lo rompes, el lector se va. A otro libro, a otra pantalla, a otra distracción con menos pretensiones.
El lector ideal es exigente, impaciente, pero justo… y a veces injusto, la verdad. No te pide perfección, te pide sentido. Te pide ritmo. Te pide que no le hagas perder el tiempo. Si lo escuchas con atención, tu texto te lo va a agradecer. Y puede, sólo puede, que ese fantasma se convierta en un lector real.
El oficio invisible que hace la diferencia
La corrección no es el backstage de la escritura, es el verdadero escenario. Es el lugar donde las palabras se ganan el derecho a quedarse. Donde se deja de ser sólo un autor con ideas y se empieza a ser un escritor con criterio.
Revisar es la parte menos visible del proceso, pero también la más necesaria. Y aunque pocos la celebran, es ahí donde se forja la voz, la forma, y la fuerza de cualquier texto que merezca ser leído.
Así que la próxima vez que termines un borrador y sientas que has llegado al final… recuerda que en realidad estás en el comienzo del verdadero trabajo. Y sí, probablemente implique borrar esa frase que te encantaba. Pero también te hará crecer. Y eso, aunque no se publique, también cuenta. Empieza a pensar que escribir no es terminar tu borrador, es esto, sentarte a examinar con lupa y con precisión eliminar, pulir y retocar todo lo necesario.
¿Te gustó este artículo? Hazme un favor de los grandes:
Compártelo con ese amigo que cree que “escribir es sólo inspiración”.
Guárdalo si quieres releerlo cuando estés en plena batalla contra tu borrador.
Déjame un comentario: dime si te gustaría tener este y otros artículos en versión PDF para poder leerlos con calma y sin Wi-Fi.
Sígueme en redes sociales (sí, esas que tanto odias pero usas igual): allí comparto reflexiones, desastres y alguna que otra cosa útil.
Suscríbete al blog, que no muerde, y te avisará cuando publique algo nuevo. Spoiler: intento que siempre valga la pena.
No quiero sólo visitantes: quiero cómplices. Así que habla conmigo, aunque sea para decir que odias corregir tanto como yo. Te leo.
5 errores comunes al presentar personajes (y cómo evitarlos)
Has leído tres capítulos y no te importa si al protagonista lo atropella un camión.
¿Te suena?
Si alguna vez te ha pasado eso leyendo… o escribiendo, entonces ya sabes lo que está en juego: el peligro de presentar mal un personaje no está sólo en que aburra, es que al lector le va a dar igual lo que le pase. Se vuelve una sombra sin alma, un nombre más entre párrafos olvidables, condenado a la indiferencia. Y cuando el lector no conecta con tus personajes, da igual que tengas una trama digna de Hollywood: nadie va a seguir leyendo. ¿A mí qué me importa este? Ya la has cagado… escritor.
Por eso, presentar bien a los personajes no es un lujo. Es una necesidad. Pero no te agobies: no necesitas un máster en psicología para lograrlo. Sólo necesitas evitar algunos errores muy comunes que, spoiler: casi todos hemos cometido.
En este artículo te voy a mostrar 5 meteduras de pata habituales al presentar personajes y, lo mejor, cómo arreglarlas sin complicarte la vida. No se trata de hacerlo perfecto. Se trata de hacerlo respirar.
Al final del artículo podrás descargarlo en pdf para que lo tengas siempre a mano.
1. El personaje «ficha policial»
“Lucía tenía 27 años, medía 1,70 y tenía el pelo castaño.” Fascinante. Estoy en shock. No.
Este tipo de presentación parece sacada de un informe policial o un perfil de LinkedIn emocionalmente disociado. Sabes su edad, su altura, el color de su pelo… y no te importa. Porque no tienes ni idea de quién es. No hay emoción, no hay historia, no hay alma. Sólo datos tirados en el párrafo como si rellenaras un formulario.
Y si tus personajes parecen un formulario, el lector va a hacer lo que todos hacemos con los formularios: ignorarlos.
¿Cómo evitarlo?
Introduce los detalles físicos con intención. No los pongas ahí como si estuvieras redactando la descripción de un sospechoso. Usa la acción, la interacción, el contexto. Que se arremangue y deje ver una cicatriz que nadie menciona. Que se tropiece con la lámpara por ser demasiado alto. Que alguien le diga “por fin te cortaste ese nido de pájaros que llamas pelo”. Esos detalles se sienten reales porque están vivos en la escena.
Y por lo que más quieras: si vas a usar el cliché del espejo, asegúrate de que al menos se esté mirando con asco. O con miedo. O para comprobar si tiene restos de espaguetis en la cara. Pero no pongas a tu personaje frente al espejo como excusa para contarnos el color de sus ojos. Ya lo hemos visto. Mil veces. Todos lloramos.
¿Quieres decir que es alto? Pues haz que tenga que agacharse para entrar en un coche pequeño. ¿Quieres que sepamos que es bajita? Que se suba a una silla para alcanzar un frasco. El lector no es idiota. No necesita que le digas “Juan era alto”. Le basta con ver a Juan pegándose en la frente con el marco de una puerta.
Haz que su primera aparición diga algo sobre su esencia, no sobre su estatura.
2. El protagonista sin conflicto
Es perfecto. Siempre acierta. Nunca se equivoca. Tiene la compostura de un monje zen y la profundidad emocional de un tutorial de Excel.
Y por eso es insoportablemente aburrido.
Este tipo de personaje no genera empatía, ni tensión, ni vida. La mayoría de protagonistas que no terminan de gustar hoy en día pecan de este defecto: quieren amar, pero nunca dudan. Quieren luchar, pero jamás se rinden. Quieren ser humanos… sin cometer errores.
Un personaje sin conflicto interno es como un coche de lujo sin motor: muy bonito en apariencia, pero no va a ninguna parte.
¿Cómo evitarlo?
Dale un deseo poderoso. Y un miedo igual de poderoso que lo frene.
Es esa colisión la que genera humanidad. Que quiera triunfar pero no soporte fallar. Que quiera intimar, pero tenga pánico al rechazo. Que quiera hacer lo correcto… aunque eso le cueste algo que ama.
Y, por favor, no nos vendas como defecto algo que en realidad es un halago encubierto.
“Es que su problema es que… es demasiado buena. Aprende todo a la primera. Es demasiado perfecta. No la dejan brillar.”
¡NO! Eso no es un defecto. Eso es pereza narrativa vestida de superación. Hazla perfecta, claro, pero dale soberbia. Miedo al fracaso. Inseguridad que le carcoma los logros. Algo que afecte sus decisiones. Que la contradiga. Que la haga humana.
Un personaje necesita conflicto real, algo que lo saque de su zona de confort y lo obligue a moverse. Dale un fuego interno que lo empuje fuera de su madriguera emocional. Luego, haz que ese conflicto lo obligue a elegir. Y que esas elecciones tengan consecuencias. Que pueda perder algo importante.
Porque si tu personaje no tiene nada que perder… ¿por qué debería importarnos lo que gana?
“Era valiente, generosa, decidida y amable.” Ah, perfecto. ¿Y si te digo que yo soy astronauta, ninja y pastelero? ¿Me crees? ¿No? Qué raro.
Los adjetivos no construyen personajes. Sólo los decoran, como si con pegarles un par de etiquetas encima ya fueran tridimensionales. El lector no te cree porque lo digas. Te cree porque lo ve. Porque lo siente. Porque el personaje se lo gana, a pulso, a lo largo de la historia.
“Valiente” no es lo mismo que actuar con valentía. “Generosa” no es lo mismo que hacer un sacrificio personal sin pedir aplausos. Y “decidida” no significa nada si nunca la vemos dudar antes de actuar. Los adjetivos son cómodos, sí. Pero en narrativa, la comodidad es una excusa disfrazada de descripción.
¿Cómo evitarlo?
Muéstralo en acción. Siempre.
¿Quieres decir que es valiente? Haz que entre a una casa en llamas. O que le diga la verdad a su madre con la voz temblando. O que se quede a ayudar cuando lo fácil sería huir. Eso es valentía. Lo demás es… marketing narrativo. Palabrería. Ficha de personaje inventada a última hora para una partida de rol.
¿Es generosa? Que dé algo importante sin esperar devolución. Que se parta en dos por alguien que no puede devolverle nada. No digas “era generosa”. Dale una escena en la que no pueda ser otra cosa.
Y si vas a usar un adjetivo, que sea después de haberlo demostrado. Como una conclusión lógica, no como una promesa sin pruebas.
Mostrar, no contar.
Si pudiera obligar a los que se llaman escritores a tatuarse algo, sería eso. En la frente. Pero escrito al revés, claro, para que lo lean cada vez que se miren al espejo mientras escriben su novela sobre “María, la dulce, intuitiva y perspicaz heroína que nunca hace nada interesante”.
Ese tatuaje, esa insignificante frase, puede marcar la diferencia en tu escritura. Dejarás de construir muñecos de papel decorados con adjetivos bonitos… y empezarás a crear personajes que respiran.
Porque los lectores no quieren saber cómo son. Quieren ver quiénes son, en lo que hacen, lo que eligen, y lo que están dispuestos a perder por mantenerse fieles a eso.
4. Exposición forzada en los diálogos
“Como sabes, hermana, papá nos abandonó hace diez años.” ¿De verdad habla así alguien fuera de una telenovela con bajo presupuesto?
Esto no es diálogo. Es PowerPoint disfrazado de personaje.
Cuando un personaje dice cosas que el otro ya sabe, y lo hace sólo para que el lector se entere… es como si se girara a cámara con un cartel que dice: “Esta parte es para que no te pierdas, ¿vale?” No hay nada natural, ni emocional, ni mínimamente funcional en eso. Sólo exposición forzada, rígida, artificial. Y lo peor: huele a miedo. Miedo de que el lector no lo entienda si no se lo das todo masticadito.
Y spoiler: los lectores no son idiotas. (La mayoría.)
¿Cómo evitarlo?
Haz que los personajes hablen porque quieren algo, no porque tú, autor todopoderoso, necesitas colar contexto. Nadie se despierta diciendo:
“Buenos días, esposo mío, padre de nuestros tres hijos y arquitecto frustrado desde 2009.”
No. Los personajes hablan para convencer, para ocultar, para atacar, para proteger, para manipular. Hablan con intención. Y en esa intención, en ese subtexto, es donde vive la historia.
¿Quieres que el lector se entere de que el padre los abandonó? Perfecto. Haz que uno de los hermanos diga:
“No todos tenemos el lujo de desaparecer cuando las cosas se ponen feas, ¿sabes?” Y el otro le responda: “¿Vas a volver con eso otra vez? No me gusta que me recuerdes lo que hizo papá.”
Boom. Mismo dato. Cero cartelitos.
Utiliza los diálogos para revelar cosas sin decirlas del todo. Que el lector tenga que unir las piezas. Dale la satisfacción de leer entre líneas, no la humillación de tener que tragar cucharadas de información con subtítulos.
Y sí, léelo en voz alta. Si suena como una escena de teatro escolar escrita por ChatGPT en modo automático, cámbialo. Los diálogos buenos no parecen escritos: parecen escuchados por accidente desde la habitación de al lado.
Un buen diálogo revela información sin anunciarlo. Y además, hace avanzar la historia. Si no hace ninguna de esas dos cosas, córtalo sin piedad. Agradecerás el silencio.
5. Personajes sin propósito en la trama
Está ahí. Respira. Dice cosas. Y si desapareciera mañana, la historia seguiría exactamente igual. Ni una coma se alteraría. Ni un lector lo echaría de menos. Ni tú, probablemente, si no fuera porque le cogiste cariño cuando lo inventaste a las tres de la mañana mientras procrastinabas reescribir la escena importante.
Entonces, pregunto: ¿Por qué está?
Un personaje no debe existir sólo para decorar. Esto no es una fiesta de cumpleaños donde se invita a todo el mundo “por compromiso”. En una historia, cada personaje tiene que servir un propósito claro. Puede avanzar la trama, empujar al protagonista al límite, representar un dilema, aportar un punto de vista que nadie más tiene, generar conflicto, humor, tensión o ternura. Pero algo tiene que hacer.
Y ese “algo” tiene que ser indispensable.
¿Cómo evitarlo?
Hazte esta pregunta brutal pero necesaria:
¿Qué pasaría si este personaje no existiera?
Si la respuesta es “nada”, entonces ya sabes lo que toca. Te prometo que el mundo no se va a romper si borras a Marta, la amiga simpática que sólo está ahí para decir “¡ánimo!” en el capítulo 12 y luego desaparecer sin rastro. O a Ricardo, el camarero filosófico que aparece tres veces sólo para soltar frases como si fuera un oráculo de cafetería.
Puedes fusionar. Puedes reciclar. Puedes rediseñar. Lo que no puedes hacer es permitir que un personaje se quede en tu historia sólo porque “te gusta cómo habla” o “le has cogido cariño”. Así empiezan las novelas que parecen castings de Operación Triunfo: muchos nombres, pocas razones para seguir votando.
Incluso los personajes secundarios tienen que tener un impacto narrativo o emocional. Si no empujan, no iluminan, no cambian nada… no deberían estar. Ni aunque tengan el mejor diálogo que hayas escrito jamás. Ni aunque sean un homenaje a tu tía favorita. Ni aunque te lloren desde el margen del Word.
Si un personaje no sirve a la historia, está estorbando. Hazlo relevante. Hazlo necesario. O dile adiós como se despide uno de un peluche viejo: con nostalgia, pero también con dignidad.
Evita estos errores y dale vida a tus personajes
Todos hemos caído en alguna de estas trampas. Tú, yo… probablemente hasta Shakespeare en un lunes especialmente malo. Cervantes no. Cervantes probablemente nació sabiendo. No te fustigues. Escribir no es una línea recta, es más bien un campo de minas lleno de cafés fríos, documentos abiertos eternamente y una pestaña de YouTube que misteriosamente se reproduce sola.
Pero ahora tienes algo poderoso: conciencia. Sabes qué errores matan a tus personajes antes de que siquiera respiren. Sabes cómo evitarlos. Incluso cómo usarlos con intención, si te pones creativo.
¿Te has visto reflejado en alguno? Bien. Eso significa que estás en el camino. Porque escribir es equivocarse mejor cada vez.
No necesitas personajes perfectos. Sólo necesitas personajes que se muevan, que deseen, que teman, que respiren, que fastidien y sean fastidiados. Que vivan.
Tus personajes tienen una historia que contar. Sólo necesitan que tú dejes de narrarlos como si fueran muebles con nombre… y los dejes ser.
¿Te ha gustado este artículo? Entonces compártelo con alguien que aún presenta a sus personajes como si rellenara una hoja de Excel. Y si no quieres perderte más consejos, sígueme en el blog y redes. A cambio, prometo seguir ayudándote a matar clichés y resucitar personajes.
Para celebrar que este es el post número 100 del blog he querido buscar algo un poco más especial y personal y después de mucho pensar, me decidí por este decálogo. No es que después de leerlo te vayas a convertir en Cervantes, pero al menos tienes un espacio donde ver que no estás solo y que el camino del escritor es igual para todos. Lo que cambia es la suerte que nos acompaña, que es la que hará que unos tengan éxito y otros no.
Quería darte las gracias a ti, que siempre has estado ahí detrás de la pantalla, haciendo posible que este blog haya llegado hasta aquí.
Así que vayamos ya con estas diez cosas que como escritor debes conocer y que seguro que te hacen sentir comprendido, al menos un poquito más.
1. No te empeñes en ser original. La obsesión por la originalidad es la primera trampa. ¿Realmente piensas que nadie ha escrito sobre el amor, la muerte o el insomnio antes que tú? No te preocupes: serás original por accidente. Cada palabra, aunque ya gastada, lleva tu huella, y eso es suficiente. La mejor forma de alcanzar este estado es escribiendo. Escribiendo cada día, cada idea que tengas. Si quieres ganar músculo, tienes que repetir una y otra vez los mismos ejercicios. Pues ya sabes, escribe, no dejes de hacerlo nunca y verás que un día, alcanzas tu propio estilo.
2. Prepárate para las miradas desconcertadas. Explicar que “escribes” como ocupación provoca en algunos la misma cara que si dijeras que buscas unicornios en los montes. Así que ve preparando una lista de respuestas breves y contundentes para cuando te pregunten: “¿Pero de qué vas a vivir?”. Uno puede vivir de muchas cosas. Puede trabajar en algo diferente y además escribir. Todos los que escribimos querríamos poder ganarnos así la vida. No es algo fácil, pero no pienses que es imposible. Siempre tendrás que complementar tu escritura con otra actividad, pero puedes buscar una relacionada con eso de escribir. Y si tienes suerte, ¿quién sabe si darás un buen pelotazo con tu novela y podrás vivir de ella?
3. La inspiración no existe, pero la disciplina es una broma pesada. Hablar de inspiración como algo espontáneo está pasado de moda; aquí lo que toca es sentarse y escribir, con o sin ganas. Y, sin embargo, sí, habrá días en los que la disciplina te parezca tan esquiva como la misma inspiración. Todo escritor acaba siendo un poco masoquista. Yo pienso que la inspiración existe, sí, pero es como una ola que te ayuda a llegar antes a la orilla. Con trabajo, puedes compensar la falta de inspiración. Entrena la escritura a diario, y pronto verás que esos días en los que falta no serán tan dramáticos.
4. Ama el caos (con moderación). A tus ideas les gusta aparecer cuando menos lo esperas. Hazte amigo del caos, pero no demasiado: lo ideal es ser desordenado en lo creativo, pero organizado en los archivos, que ya sabemos cómo se pierde el gran manuscrito por no saber en qué carpeta guardaste “borrador_final_finalísimo2.docx”.
Tu mente tiene que ser caótica, el resto no. Yo debo ser la reina del caos. Mis escritorios, el virtual y el físico… mejor no hablo mucho de ellos. No sé, me gusta el caos. Debe ser que disfruto perdiendo cosas y pasando diez minutos buscando eso que escribí ayer y no encuentro.
5. Aprende a querer a tus personajes… aunque a veces te agoten. Tus personajes te acompañarán día y noche, con sus manías y defectos, hasta que el texto los suelte. Los odiarás, los querrás matar, los harás pasar por las peores situaciones, y al final les pedirás perdón. Es un síndrome de Estocolmo en toda regla.
Además tienes que crear personajes que aguanten otros, porque si tú no los soportas, imagina un lector. No quiere decir que, si el personaje es odioso, tú tengas que hacerlo amable, no. Se trata de que si escribes personajes que no son sólidos, que no se sostienen, el lector lo notará. Y si le coges manía, eso también lo sentirá al leer y dará muy mala sensación.
6. No te encariñes con tus frases favoritas. Es un golpe duro, pero alguien tenía que decírtelo: esa frase que te parece una obra maestra… probablemente no lo sea. O quizá sí, pero si no aporta nada al texto, tendrá que irse. La belleza también se sacrifica en el altar de la narrativa.
Es muy duro eliminar una parte de tu historia. Con las imágenes tan bellas que has tejido con palabras, ¿verdad? Pues te aguantas. Es así. Para que un árbol crezca y de muchos frutos, hay que podar. Eliminar esas hojas tan bonitas y verdes que parecen tan sanas. Y si quieres que de mucha fruta, también debes eliminar algunas flores, con esos colores y esa delicadeza… lo haces por la obra, por su futuro y el tuyo. ¿Acaso no matas personajes sin dudarlo? Pues eliminar lo que sobra es mucho más importante que eso, así que, endurece tu corazón y sostén el bisturí cuando corrijas y elimina de raíz todo aquello que sobra.
7. Practica el arte de la relectura selectiva. ¿Ese relato que escribiste hace dos años? Es basura, ¿verdad? La escritura es un viaje constante hacia la mejora, y no necesitas recordarte cada error del pasado. Lee para aprender de tus errores; no te quedes con lo que fuiste, porque seguro que ahora eres mucho mejor. Eso que escribiste lo hizo otro escritor, uno inexperto que no sabía nada de la escritura ni de contar historias.
8. Los bloqueos no son tragedias griegas (aunque lo parezcan). No, el bloqueo no es el fin de tu carrera. No eres el primer ni el último escritor en quedarse en blanco. A veces es sólo una señal de que necesitas distancia, o una buena taza de café, o, sinceramente, un paseo que dure más de diez minutos. Pero no te creas que es sólo cosa tuya, no. Todos lo sufrimos, lo que pasa es que algunos hemos aprendido a vencerlo. Es como esos días que no quieres ir al gimnasio. Esos son los días en que tienes que dar el doble. Porque si de verdad quieres ser escritor, debes darlo todo. Nada te impide escribir más que tú mismo. ¿Qué vas a escribir pura mierda esos días? Lo más probable. Pero escribirás, verás como sí lo haces. Y lo mismo escribes quinientas palabras de bazofia infumable, pero de repente, empiezas una frase y la terminas y te das cuenta de que es perfecta. Escribe, que nada te detenga, ni tú mismo.
9. Acepta que no todos entenderán tu pasión. No todo el mundo sabe valorar una página bien escrita o una historia que te desvela. Deja que piensen que es un hobby o una manía inofensiva; mientras tanto, tú sigue escribiendo. Y reserva las conversaciones profundas sobre literatura para otros locos como tú.
No vas a convencer a nadie de tu talento porque se lo digas. A quienes tienes que convencer es a tus lectores y para eso tienes que escribir tanto como puedas. Ya sabes que ser escritor no será fácil y que mucha gente no lo entenderá. Por eso lo tienes que tener muy claro y luchar por ello.
10. Y, sobre todo, escribe para ti. Que las críticas, las dudas y las inseguridades no te hagan olvidar por qué empezaste a escribir. Escribe porque es lo que te hace sentir vivo, aunque a veces te deje agotado. Porque, al final, si no disfrutas de tus propias palabras, ¿quién lo hará?
Yo no sé por qué empezaste a escribir tú, yo lo hice porque quería contar una historia a mi manera. Recuerdo que había una leyenda en mi colegio, que más tarde se convirtió en instituto y que antiguamente fue un internado. Era una leyenda urbana de esas con un fantasma que dejaba una luz encendida. Yo leía mucho terror y pensé en qué había provocado que ese fantasma se quedara allí. Así que me puse a escribir la historia que llevó a eso. Y era mierda, sí, pero me sirvió como puente para escribir otras cosas. Y poco a poco me fue gustando más que leer, incluso.
Y si has llegado hasta aquí, muchas gracias. Infinitos monos lleva funcionando ya algunos años y sois muchos los que me habéis escrito al email para preguntarme sobre escritura. Comentáis menos de lo que me gustaría, pero bueno, no se puede tener todo. Sois unos lectores maravillosos que me hacéis sentir útil y me encanta que me contéis si os ayudan mis artículos y mis guías.
Ha sido un placer llegar hasta aquí, este es mi artículo 100 y espero seguir aquí para celebrar el 200 y que vosotros lo leáis.