Cómo elegir el tema de tu novela

(sin caer en clichés ni rendirte a mitad)
Elegir el tema de una novela suena fácil… hasta que te sientas a escribir y descubres que no tienes ni idea de qué demonios estás contando.
O por qué.
O para qué.
¿Lo elegiste porque te gusta?
¿Porque estaba de moda?
¿Porque querías evitar repetir tema, aunque eso significara traicionar lo único que realmente te importaba?
Te cuento algo: si estás escribiendo sobre algo que no te gusta, tarde o temprano tu novela va a caerse a trozos como un suflé emocional mal horneado. Sentirás que estás cogiendo puñados de arena y que cuanto más aprietas, más escapa.
El tema no es sólo “de qué trata” tu historia. Es la arteria principal, el núcleo nuclear, el zumbido emocional que no se apaga ni aunque cierres el documento. Y a veces no se sabe cuál es hasta que terminas, pero descubres que siempre estuvo ahí. Te mantenía despierto de madrugada. Es lo que le da sentido a todo lo demás. Si lo eliges mal, la novela se te muere a mitad. Si lo eliges bien, te arrastra como una corriente subterránea imposible de ignorar.
Es importante elegir bien el tema de tu novela. Y a veces piensas que es uno y mientras escribes descubres que era otro. Pero si lo has hecho bien, no importará, porque tu historia tendrá verdad.
Error 1: Escribir “lo que se lleva”
Un día todo el mundo escribe sobre brujas feministas, al siguiente sobre asesinos rurales que huelen la nieve.
Y tú ahí, con el FOMO literario por las nubes, pensando: «¿Y si escribo sobre eso también?»
Error.
Cuando eliges un tema porque está de moda, lo más probable es que no tenga nada que ver contigo. Estás escribiendo algo que no amas, sólo porque “vende”.
Es como cocinar un plato que odias porque está en la carta de todos los restaurantes de éxito.
¿Resultado?
Te aburres. Y el lector lo notará.
Te bloqueas.
Y abandonas. Porque ni siquiera era tu historia.
Solución:
Elige un tema que te obsesione, aunque no esté de moda. La pasión se nota. Y lo que te quita el sueño, probablemente tampoco deje dormir al lector. Y si aún así, tú quieres escribir sobre eso que está de moda, hazlo tuyo. Trabaja hasta conseguir que esa elección se convierta en tuya. Piensa que se siguen vendiendo ejemplares de Orgullo y Prejuicio, las modas vienen y van, la calidad perdura.
Error 2: Confundir idea con conflicto
“Mi novela va de una chica que hereda una librería mágica.”
Vale. ¿Y…?
“Es mágica.”
Ya.
Una idea no es un tema. Una estética no es una historia. Un concepto no es un conflicto. Tu historia puede tener todo eso, pero si no trabajas el conflicto, eso que suele llevar al tema…
Para que una novela funcione, el tema tiene que sangrar a través del conflicto.
El personaje debe querer algo. Temer otra cosa. Y verse obligado a elegir.
Solución:
Elige una herida emocional que se cruce con tu idea. Por ejemplo:
“Ella hereda una librería mágica… pero le dan miedo los libros porque su padre quemaba los suyos y le contaba cosas horribles.”
BOOM.
Ahora no tenemos sólo una librería: tenemos una reconciliación con el dolor.
Ese es el tema: transformar el trauma en algo que merezca ser leído.
Por cierto, si quieres ser escritor, aprende esto cuanto antes: los traumas destrozan vidas, pero hacen personajes interesantes… (asúmelo ya, todo escritor tiene un diminuto psicópata en su mente, que está dormido y aparece en los momentos clave de la escritura…)
Error 3: Buscar la originalidad absoluta
Intentar ser original a toda costa es la forma más rápida de paralizarte.
Quieres crear “algo que nunca se haya contado”… y terminas mirando la pantalla como si fuera un portal a tu propia frustración creativa.
Sí, todo está inventado. Y no, no pasa nada.
Ser original no es sinónimo de éxito, es algo que sólo obtendrás cuando lleves un tiempo en esto y alguien, un lector despistado, te diga un día: qué original eres.
Es algo que se alcanza, por ser tú y por no buscar el éxito en las migajas de otros.
¿Sabes qué?
Tu tema es original porque lo cuentas tú y sólo hay un tú.
Tu mirada. Tu voz. Tus heridas. Nadie más puede escribir eso como tú lo harías. Y si encima le metes conflicto emocional real, aunque estés escribiendo sobre dragones en patines… se va a sentir nuevo, porque tu mirada es única.
Tu voz es tuya y nadie más la tiene, no te avergüences y explota bien tu recurso más preciado: tú.
Entonces… ¿cómo se elige un buen tema?
Aquí van algunos ejercicios que no te solucionarán la vida, pero te la harán más llevadera:
Haz tu lista de obsesiones
¿Qué aparece una y otra vez en lo que escribes?
Muerte, culpa, maternidad, identidad, libertad, traición, redención, abandono…
Eso que te persigue: ahí está el núcleo.
Revisa las novelas que te marcaron
No te fijes sólo en la trama. Fíjate en los dilemas. En los conflictos emocionales.
Eso es lo que te hizo disfrutarla.
Un buen escritor lee mucho (un mal escritor dice que no hace falta leer mucho). Y entre esas novelas que más te han gustado, seguro que encuentras temas que te gustan… y si te gusta leer sobre ellos… te gustará escribir sobre ellos.
Pregúntate esto:
¿Qué quiero que el lector sienta cuando cierre el libro?
La respuesta es el latido central. Tu tema real.
Ese que, aunque no aparezca en la portada, estará en cada página.
Conclusión
Elegir el tema de tu novela es como familiarizarse con el timón antes de zarpar.
No sabrás qué olas te van a partir la cara, pero al menos sabrás hacia dónde estás yendo y que puedes controlarlo.
No tiene que ser épico, ni rompedor, ni digno de un premio. Sólo tiene que ser tuyo.
Que te importe. Que te duela. Que te remueva.
Porque si no te importa a ti… ¿cómo va a importarle al lector?
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¿Ya tienes tema o sigues en el limbo?
Te leo en comentarios. Pero no me digas que tu historia “va de una librería mágica”. A menos que huela a trauma.
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